Panamá
Los pasajeros que requieren sus servicios no saben si se van a encontrar con una bocina atrás del asiento
Por donde miremos, centenares de vehículos de color amarillo inundan la ciudad, a veces pausadamente, otras con la velocidad de permite su acelerador, pero son una ola amarilla que recorre a su gusto y libre albedrío nuestras avenidas.
Los pasajeros que requieren sus servicios no saben si se van a encontrar con una bocina atrás del asiento y tiene que escuchar, forzosamente el horroroso reguetón, o un programa de radio innombrable, en un volumen intolerable, o si llegarán intactos a su destino.
Me cuenta una amiga que acababa de tener un accidente, que la velocidad con que la condujo un taxista hizo que los golpes dentro del auto, que frenaba a su antojo, agravaran su situación.
Las autoridades tienen que velar por un buen servicio para la población. Parar el abuso, la tortura y el irrespeto a que son sometidos quienes lo requieren. Los taxistas deben recibir obligatoriamente, cursos de cómo se debe atender al cliente. Hay diferencias, caballeros y damas gentiles, pero son la minoría. Educar a todos los sectores es un deber del Estado y de la sociedad.
El taxi no es de quien lo maneja. Es un servicio público al cual se debe y sus usuarios merecen respeto y atención. El servicio no es gratis. Esperamos que como tantas cosas que hay que regular el nuevo gobierno ponga atención en esta petición de la ciudadanía.