Opinión
Seguro habrá mejores formas para explicar por qué crecemos y no se nota, sin tener que insultar a los que no tienen por qué entender
Las cifras sobre Panamá no dejan de sorprender. Mientras en la calle solo se dice que la cosa está dura, la comunidad internacional no deja de alabar el rendimiento económico del pequeño país que lidera el crecimiento del PIB de la región.
Tal vez, es por lo de crecimiento ‘bruto' que nadie entiende lo que pasa ni a dónde se va la plata. El ciudadano promedio no entiende sobre macroeconomía ni de los efectos que produce el crecimiento económico en las finanzas personales de la población.
Positivo a veces y otras no tanto. El crecimiento económico va acompañado de efectos, que muchas veces distorsionan la realidad que percibe la gente.
Los que dirigen las políticas económicas de un país no pueden pretender que las personas estén familiarizadas con dichos efectos ni tampoco que agradezcan los resultados colaterales que produce el crecimiento económico.
El panameño de a pie, solo entiende, cuantos dólares tiene en el bolsillo y cuanto necesita para vivir bien. Lo demás es puro cuento chino, ya que deduce que la plata en manos distintas no es suya.
En Panamá se entiende los conceptos coloquiales como ‘bañarse en regadera' y ‘salpicar a los demás'. Dicho en otras palabras: ‘aunque no sea mío el grifo, lo que caiga afuera es ganancia'.
Ante la imposibilidad de explicar el hecho que produce que se crezca económicamente y que la gente siga quejándose de lo dura que está la cosa, surgen insultos y un ambiente de confrontación entre sectores.
Más a allá, de que sí está la cosa dura o no, deberíamos preguntarnos como país, por qué luego de resuelto el problema de atraer la inversión, generar la confianza en los mercados internacionales y crecer económicamente, no hemos podido dejar a un lado el pesimismo.
Seguro habrá mejores formas para explicar por qué crecemos y no se nota, sin tener que insultar a los que no tienen por qué entender lo que pasa.
Periodista