Opinión
La historia se repite en espiral
Al líder Arnulfo Arias Madrid se le recuerda, entre otras cosas, por repetir aquello de… “la historia se repite en espiral”. El uno de julio de 2014 el loco mayor casi le tumba la puerta a quien presidía el Parlamento Centroamericano. Hasta Guatemala viajó para tal fin. Supongo que la conciencia lo martirizaba por los precios inflados de muchas obras que hizo durante su gobierno.
Tenía muchas colas de paja que al menor intento se podían convertir en llamaradas y para rematar el pueblo elegía a Juan Carlos Varela, un ciudadano que de la noche a la mañana se convirtió en su enemigo político. Ahora, parece que la historia se repite.
Vemos a un Varela desesperado por arroparse con la inmunidad que da el ser miembro del ParlaCen. Fue el más votado en su partido para ocupar la casilla número uno para tal fin. En pocas palabras, ya tiene asegurada una curul en ese organismo regional para continuar como parlamentario. Lo hace como medida de prevención en caso de llegar el loco mayor a la silla presidencial el uno de julio de 2024.
Si eso pasa se repetirá la historia de 2014. Y sobre formar parte o no del ParlaCen aconsejo a los políticos buenos postular candidatos y cuando sean elegidos luchar por tres cosas… quitarle esos espacios a los corruptos; intentar mejorar a ese organismo regional y si no se logra luchar para que la nación lo abandone. Así como intentamos mejorar la Asamblea Nacional, también debemos hacerlo con el ParlaCen.
Vayamos a lo que pasó el 3 de octubre de 1989. El haber tenido relación con un medio internacional como La Voz de los Estados Unidos de América me permitió advertir hechos de relevancia que se dieron dentro o fuera del país. Cuando era tarde en la noche del dos de octubre de 1989 recibo una alerta de que algo grande se fraguaba.
El mensaje no era muy preciso, pero, a juzgar por algunos elementos, todo indicaba que habría, en las próximas horas, movimientos inusuales en la sede de las mal llamadas fuerzas de defensa. Llamé a la base de la emisora y los periodistas de planta no tenían certeza exacta de los hechos por venir. Desde ese momento me mantuve en vigilia.
Hice varios contactos con fuentes cercanas al gobierno y al ejército. Las respuestas eran igual de imprecisas, pero en nuestro mundo periodístico sabemos que cuando una fuente te da un no rotundo es porque todo es especulación, sin embargo, cuando te expresan que “no lo puedo negar ni afirmar”, significa que se cocina algo.
Se corrían rumores de que a Noriega le iban a dar otro golpe, igual como el ocurrido el 16 de marzo de 1988. Todo pertenecía al mundo del bochinche. A las cinco de la mañana una fuente de entero crédito me informa que dentro de poco tiempo se darían movimientos inusuales de soldados. Temprano me dirigí a la Universidad de Panamá con la intención de conversar con periodistas y profesores de la Facultad de Comunicación Social.
Ya en camino fui informado a través de un radio troncal que a Noriega le darían un golpe. El veterano periodista y profesor Luis González, conocido como el doctor Chapatín, me recibió en la universidad. Al verme agitado me preguntó sobre mi estado de ánimo. Le expresé lo que ya sabía. Con ese apostolado en las venas dijo que me acompañaría.
No lo consideré prudente, dada la edad avanzada del docente. Al ver su alto grado de decisión no me quedó otra que llevarlo. “Espero que no tengamos que abandonar el auto y salir corriendo porque allí sí que pelaremos el bollo”, le dije. Abordamos mi camioneta blanca, Nissan Blue Bird. Tomamos por la avenida de Los Mártires y cuando ya nos acercábamos a la desembocadura que da al cuartel, observamos a una gran cantidad de soldados en arreos de combate.
Fuimos obligados a internarnos hacia las áreas revertidas; como pude di una vuelta peligrosa que me llevó hasta el puente de Las Américas; antes de subir giré en u. De nuevo de regreso al teatro de los acontecimientos. Delante de nosotros vimos a un vehículo color celeste de la marca Hyundai. De él se bajó una persona conocida. Era el periodista Toti Urriola de los diarios al servicio de la dictadura. Lo obligaron a bajar y con casi las rodillas topando el suelo se le pidió que pusiera las manos sobre su cabeza.
Desde ese momento comprendí que los soldados representaban al movimiento en contra de Noriega. De ser leales a la dictadura no tratarían a Toti Urriola como lo hicieron. Mientras revisaban al colega, el profesor Luis González me pidió que no mostrara el carné de La Voz de los Estados Unidos de América. “Puede ser una revolución comunista, así que nada de identificación".
Una vez soltaron a Toti Urriola nos tocó el turno. Bastó con que los soldados vieran nuestras caras, para que, con sonrisa a flor de piel, expresaran, “pueden seguir”. Allí pude comprobar que eran alzados contra Noriega.
El resto de la historia es conocida. Aquel soldado que abortó el primer golpe que encabezó el coronel, Leonidas Macías, era quien dirigía la segunda intentona. El mayor Moisés Giroldi tuvo a Noriega en sus manos. Cuenta uno de los participantes que ellos sabían que Noriega estaba en su oficina. Le mandaron toda clase de proyectiles que nunca pensaron que saldría vivo. El hombre se las ingenió para salir ileso.
A los pocos minutos llegaron a eso conocido como búnker, donde estaba el general. Al toparse con Noriega le expresaron que desde ese momento estaba arrestado. Los camiones estaban listos para llevarse al general hacia la sede del comando Sur, en la zona del canal. Ante la insistencia de los otros oficiales Giroldi manifestó que quien daba las órdenes era él.
Mientras todo ocurría los grupos leales a Noriega fueron llegando. En ese momento en que Giroldi tuvo a Noriega rendido, la suerte de los dos estaba echada. O lo trasladaban a manos de los gringos o con la llegada de las fuerzas leales al general, se frustraba otro golpe y se ponía en entredicho la vida de los golpistas.
En el primero del 16 de marzo de 1988 Noriega dijo que, a futuro, los que se atrevan a imitar a Leonidas Macías y sus secuaces, sus familiares solo tendrán oportunidad de llevarles flores al cementerio. Noriega era un experto maniobrando y convenciendo.
Logró ganar tiempo; a través de la sicología pudo sortear el peligro. En la tarde de ese día los principales dirigentes de la intentona fueron asesinados en lo que se conoce como la masacre de Albrook. A Giroldi lo mataron en el cuartel de Tinajitas al día siguiente. El coronel, Carlos Arosemena King leyó un parte donde explicaba que los compañeros de armas murieron en combate, cuando en realidad fueron torturados y fusilados. Así lo viví, así lo cuento.