Opinión
¿Qué pobre, aguantaría cinco años pagando un staff de los más diestros y sagaces abogados, seguridad, autos de lujo y viajes al extranjeros?
Durante cinco largos años, los panameños nos mantuvimos atentos esperando el desenlace del llamado caso Martinelli, decisión que nunca llegó hasta el viernes 9 de agosto de 2019 con un no culpable. Así terminaba la semana de trabajo en el gobierno y cada quien se marcharía a su casa, convencido unos de que la decisión se dio en derecho y otros con un amargo sabor a impunidad, que favorece a ricos e ignora a pobres.
Peor aún ¿qué pobre, aguantaría cinco años pagando un staff de los más diestros y sagaces abogados, seguridad, autos de lujo y viajes al extranjeros?
Entre fallos y contra fallos, la justicia en este país semeja un trapiche movido por un caballo que tiene los ojos vendados y avanza sobre el mismo camino polvoriento en un interminable y fastidioso círculo vicioso.
Al pueblo trabajador ayuno de conocimientos en materia penal solo le queda preguntar nimiedades como por ejemplo, quién responderá por la puerta rota del juzgado donde se dio el fallo.
Como si hubiesen descubierto el agua tibia los personeros de ambos bandos_ código en mano, pose de leguleyos y mercachifles del derecho_, salieron a exclamar a los pocos minutos, es que hay una crisis en la justicia. Cínicos: ¿Quiénes han dirigido la maquinaria del estado en estos últimos 30 años después de la invasión, so pretexto de que íbamos a tener una democracia con justicia igual para todos?