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Opinión

Gobernando en tiempos de democracia

Gobernando en tiempos de democracia

martes 19 de abril de 2022 - 12:00 a.m.
Jorge Zúñiga Sánchez
zuniga.js@gmail.com

Es válido el anhelo de vivir en plena libertad

Si los militares están fuera de la escena, y si los votos le otorgan al gobernante el poder suficiente para resolver los problemas sociales, ¿por qué no funciona la democracia?

Es válido el anhelo de vivir en plena libertad, sólo que en una sociedad que institucionalizada ‘privilegios y miserias', y hasta creer que con el respeto a los derechos fundamentales individuales y colectivos prometido por el Estado, se reduciría el impacto negativo provocado por la repudiada brecha entre ricos y pobres.

No es sorpresa que las elecciones 1994 dieron pie a la renovación quinquenal de viejas y nuevas alianzas empresariales entre los poderosos. Este punto nos permite destacar las dimensiones del liderazgo y del proyecto nacional ‘autócrata', pues algo más que ‘la fuerza de las bayonetas' se necesitó para unificar a sectores políticos irreconciliables, estando en esa época proscrita las elecciones generales.

No es fácil que las mayorías entiendan que las demandas populares, ceden su lugar al compromiso del gobernante de priorizar los intereses de las minorías, contradicción que apreciada en el campo jurídico, es la fuente de polémicas decisiones judiciales.

Muchos eventos ‘fuera de fronteras' tiene una incidencia creciente en la lucha que libran los pueblos menos desarrollados por construir gobiernos equilibrados, para alcanzar una distribución justa de ‘panes y peces', sin reducir las conquistas sociales.

Las mayorías populares viven un constante debilitamiento moral y material lo que les convierte en presa fácil del ‘electorerismo', esas prácticas que invalidad el peso de la voluntad popular, al llevar al electorado a un ‘estado de trance hipnótico', que le impide visualizar cómo se manejan sus necesidades, para satisfacer apetencias personalistas de poder.

Nada pasa si el gobernante no responde a las exigencias sociales, recibiendo ‘como castigo', una tunda en las urnas. Pero, la cosa cambia, pues si las veleidades del gobernante ponen en peligro la supremacía de los intereses superiores, pues recibiríamos las temibles presiones de los organizamos internacionales.

Si la sociedad no percibe que su desarticulación nos ‘aleja de la concertación y peligrosamente nos acerca a la confrontación', es difícil lograr relaciones equilibradas entre empresarios y trabajadores. Gobernar no es asunto de ‘soplar botellas'.

ABOGADO



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