Opinión
En nuestra campiña muchos niños caminan varios kilómetros para llegar a su escuela, cruzando ríos
Hay quienes sostienen que la pobreza tiene rostro de mujer. La pobreza que se refleja en inocentes alegrías en la carita de niños indígenas, campesinos y de barrios marginados de nuestras ciudades, la cual llega hasta niños de barriadas de clase media baja.
En nuestra campiña muchos niños caminan varios kilómetros para llegar a su escuela, cruzando ríos y caminos de lodo, algunos con hambre, sólo con la esperanza de un futuro mejor, mediante la educación, esperanza y sueños truncados por políticos delincuentes.
Es la herencia maldita de gobiernos de elementos corruptos que se abrazan a la política para robarse la esperanza de millones de panameños. Desde escuelas en mal estado, falta de alimentos, desnutrición y muertes producto del resurgimiento de enfermedades ya extinguidas.
Políticos, con su retórica diabólica, se unen a candidatos potables, algunos con cascarones de partidos, para seguir pelechando de los dineros del pueblo.
A estos elementos insaciables, corruptos por naturaleza, se les tiene que sacar de la Asamblea, alcaldías, representantes y cualquier cargo de elección, investigarlos objetivamente y de ser encontrados culpables, buscar los mecanismos no sólo para condenarlos y apresarlos, también que devuelvan todos los recursos existentes en sus haberes, hasta antes de haber incursionado en la política.
Son criminales quienes se han enriquecido con los dineros del Estado, mientras la población carece de empleo, los niños no tienen escuelas, alimentos ni medicinas y crece el desempleo. Vivimos en un país capitalista donde el crecimiento económico es envidia de otros países, pero esa riqueza queda en manos de un centenar de personas, entre ellas políticos corruptos.
Ahora, hasta los pulmones del Canal están en juego y a pesar de la existencia de un fallo de la Corte Suprema de Justicia, el Ejecutivo lo utiliza como papel higiénico.
La policía, que es parte del pueblo, responde a los intereses de los millonarios en el poder, olvidando su propia clase y naturaleza, vulnerando sus propios derechos. Dios te salve, Panamá.
El autor fue precandidato a la Presidencia