Ayer iluminaron los hogares, las luces alegres de los pocos que pueden mantener tradiciones, pese las altas cuentas de luz que al gobierno no les ha interesado regular bajen.
Hoy las sonrisas de muchos niños se desbordan, aún en pobreza, aunque no reciban nada, pero con una felicidad inocente simplemente son felices en familia, celebrando la Natividad del Señor.
Mientras, en un hospital muchos trabajan por salvar vidas, hay una madre o un padre o hasta niños luchando contra un cáncer o una infección severa o enfermedad, otros en estos dos años de pandemia o antes, ya se han ido pero su recuerdo está vivo en nuestras mentes y corazones.
Me uno a los que extrañan a ese ser especial que no está hoy, pero que sonríen a la vida como esa persona especial hubiera querido que siguiéramos adelante, sin bajar los brazos, por hacer lo correcto y cuidar la familia. Sigue allí, en medio de tus hijos, feliz de verlos felices desde el cielo.
Celebremos el amor y la esperanza, pues amar al prójimo es amar a Jesús no sólo en Navidad, sino todos los días, cada plato de comida compartida, cada dulce o tamal que das a alguien que no tiene, se lo diste al Salvador y fuiste parte de su fiesta, en espera de su segunda venida.
He aquí que celebro esa esperanza, que algún día veremos los santos difuntos resucitar con el amor de Dios y alabaremos juntos al Rey de reyes y se hará justicia para los que hoy son avasallados, habrá paz para los que hoy sufren y habrá amor para los que hoy no tienen. Mientras toca luchar para que un mejor Panamá sea posible.
¡Feliz Navidad!
Médico y docente
