El niño que tumbó el sol  [Cuento]

Este cuento no es tan cuento. Es una historia ocurrió hace muuucho tiempo, según el escritor
  • sábado 29 de julio de 2023 - 12:00 AM

‘Voy a tumbar el sol', dijo el niño a sus amigos y señaló con el dedo el astro luminoso que calentaba con sus rayos el mar, las casas y los árboles.

El niño preparó su flecha. Estiró el arco con todas sus fuerzas, apuntó directamente al sol y disparó. La flecha subió veloz cortando el aire. Se elevó, elevó, elevó hasta perderse en el cielo.

Los niños se echaron a reír, pero las risas duraron poco, porque cuando se disponían a retirarse para sus casas todo se volvió oscuro como si alguien hubiera apagado el sol.

Entonces se miraron extrañados y asustados. Se hizo un profundo silencio. Solo la algarabía de los habitantes de la pequeña aldea, sorprendidos y temerosos, cargando antorchas encendidas como un ejército de luciérnagas rompió la quietud.

¿Qué pasa aquí?, preguntó un hombre que sostenía en sus manos un sombrero con plumas de colores.

- Un muchacho señaló al niño: ‘Él fue. Él tumbo el sol

El arquero vio cómo la multitud le clavaba la mirada y no supo qué hacer. Se limitó a bajar la cabeza lleno de vergüenza y permaneció silencioso como si hubiera cometido el más grave de los pecados.

-Ahora ¿Qué vamos a hacer? - preguntó alguien.

- No sé, nos moriremos de frío y de hambre, ‘dijo otro'.

Una señora gorda se asomó entre la multitud y tomando por los brazos al chico de la flecha lo increpó.

- ¡Hay que castigarte por esto!, gritó.

- ¿Qué había pasado con el sol?, se preguntó el niño y pensó que realmente lo había tumbado y una profunda tristeza se apoderó de su corazón.

Dejó caer el arco como si en ese instante quisiera despojarse del arma del delito.

- ¡Hay que darle un escarmiento!, gritó alguien.

- ¡Hay que azotarlo!, dijo otro.

En realidad, nadie en la isla, ni siquiera los ancianos más sabios tenían la idea de qué tipo de castigo debía recibir un niño por cometer semejante travesura. Había pena para todos los delitos, pero nada por tumbar el sol.

Los ancianos se reunieron aparte y luego de varias horas de discusiones decidieron como penitencia cortarle los cabellos y dejarlo cocobolo.

No era justo que por su culpa los habitantes de la aldea se murieran de frío y tuvieran que vivir como los murciélagos o los topos.

Sujetaron por los brazos al niño y lo llevaron por las calles de la aldea seguido por una muchedumbre de chiquillos curiosos.

El arquero estaba dispuesto a sufrir con resignación su castigo. Quizá se lo merecía.

Lo sentaron en una banca y cerró los ojos. Recordó sus correrías por la playa en tardes de verano, sus andanzas sobre las tortugas, sus zambullidas en el mar cuando llovía con truenos y relámpagos.

En el preciso instante en que se disponían a raparlo ocurrió algo extraño: el astro rey volvió a aparecer con todo su esplendor entre las nubes.

- ‘¡Oooohhhhhh!–, exclamaron los aldeanos. Y la gente salió corriendo espantada a encerrarse en sus casa.

Luego, empezaron a asomarse tímidamente por puertas y ventanas.

La vida había regresado de nuevo a la aldea, y el sol volvió a bañar con sus cálidos rayos el mar, las casas y los árboles.

Esto sucedió hace mucho tiempo, cuando la gente desconocía la existencia de los eclipses y había más inocencia en la tierra.

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