Las aventuras y la desventura de Don Ñeque (Cuento)

Numerosos eran los amigos de don Jaguar.

Don Ñeque era uno de ellos y el más allegado.

Así, temprano, en la mañana, se encontraban diariamente en un recodo y juntos se dirigían al río para bañarse.

Se demoraban en la corriente nadando, unas veces, y en otras ocasiones ocupaban el tiempo cruzando de orilla a orilla.

El que salía primero del río era don Ñeque. Hacía eso para gastarle bromas a su compañero. Así que cuando don Jaguar venía a secarse no encontraba ni su ropa, ni su sombrero, ni su bastón.

Un dia, don Ñeque se enteró de que su queridísimo amigo se encontraba superlativamente delicado de salud y, que sospechando una posible tragedia, había mandado llamarle para platicar, Dios mediante, aunque fuera por última vez con él.

Pero, a esa cita don Ñeque llegó tarde. Ya las hijas de don Jaguar lo estaban velando y su cadáver, envuelto en la mortaja y enrollado en la hamaca, esperaba sepultura. Al ver esta escena tan fúnebre. dijo el visitante en alta voz que al fallecer todos detonaban ocho ventosidades y que era así como se sabía si alguien verdaderamente había muerto o no.

Don jaguar entonces soltó los ocho vientos del eterno descanso.-Hey!-exclamó Don Ñeque, dando un salto descomunal, ¿cómo es que puedes reventar ocho vientos si se supone que estás bien muerto y los muertos no pueden aflojar los intestinos... ajá, con que querías que me acercar a ti, ¿no? para atraparme y pensabas almorzarme ¿no?Don Ñeque se enrumbó por una de las veredas del país, y don Jaguar se quedó con un gran apetito insatisfecho y como un gran bobalicón.