Espectáculos
El cuento del Martes del 11 de septiembre del 2018
Utilizo este enunciado del escritor italiano Alessandro Baricco para pensar un poco en la dinámica de la educación. Se supone que el propósito de la educación es preparar al individuo para los retos que deberá enfrentar en la vida, pero no siempre el final de esta ecuación es feliz. Hay gente que se siente muy insatisfecha con lo que obtuvo durante hasta más de doce años de estudios y otras que - sin estudiar - lograron enormes resultados.
Tuve la oportunidad de estar en buenos colegios, tanto públicos como privados. En general, me atendieron excelentes docentes y trabajé con materiales que para esos años eran de gran valor para comprender el mundo de acuerdo a lo que sabían mis maestras. Sin embargo, cuando salí a trabajar me encontré con una realidad abrumadora: no sabía donde estaba parada. Ya nadie dictaba cartas, sino ideas para desarrollar, las máquinas de escribir estaban siendo reemplazadas por computadoras y el uso del correo postal se limitaba a recibir estados de cuenta y publicidad; el fax era la sensación y en menos de cinco minutos viajaban comunicaciones entre continentes. Me sentía en una historia de Isaac Asimov con herramientas para un cuento de Los Hermanos Grimm.
Para mi, ese es el gran dilema de la educación, que como docentes, venimos del pasado a enseñar sobre un hipotético futuro del cual no tenemos idea. De hecho, muchas veces, mientras estamos al frente de un aula, ya estamos enseñando con varios años de atraso en tecnología y alguna estudiante nos aclara que para tales tareas, ya existe una aplicación o método que la resuelve. Entonces, cuando hablamos del futuro, nos referimos a algo que aún no existe, y - por lo tanto - es apenas una aproximación a lo que tal vez podría ser, considerando el estado actual de las cosas. Nada más difícil de imaginar, que el lugar de trabajo de una ingeniera mecatrónica o un enfermero. Aquel termómetro de vidrio ya no circula más por las clínicas y las computadoras ya están en la palma de la mano de jóvenes que con 12 años, ya pueden manejar el mundo.