Curiosidades
Cuando Fernando necesitó el carro de Ricaurte para ir a ‘hacer un mandado', el amigo no tuvo reparo en prestárselo
Es común oírles decir a ellos que las mujeres solo saben joder y pedir plata, pero muchos de los que así hablan tienen dos pedigüeñas jodedoras, tal como los ‘amigos del alma, vecinos y compañeros de trabajo', Fernando y Ricaurte.
Cuando Fernando necesitó el carro de Ricaurte para ir a ‘hacer un mandado', el amigo no tuvo reparo en prestárselo, diciéndole ‘contigo, en las buenas y en las malas, no he visto ni he oído ni nada, una fría tumba soy'.
No era nada del otro mundo, como decían ellos, y con esa seguridad pasó Fernando a buscar a la amiga que lo acompañaría a hacer el mandado ‘por allá lejos'; regresaron dos minutos antes del fin de la hora de almuerzo, Fernando devolvió el carro seguro de que nadie lo había visto haciendo el mandado.
La felicidad de suponer que todo estaba bien no les duró mucho, porque unos ojos malignos vieron el carro de Ricaurte por esos sectores que llevan adonde nadie quiere que lo vean, y se lo dijeron a Vera, su mujer, quien lo agarró por el cuello del suéter, y le cruzó la cara seis veces mientras el gritaba en el oído: ‘Dime con quién ch… te metiste al push, habla o llamo a mis hermanos para que vengan a hacerte hablar'.
En los primeros minutos del ataque, Ricaurte quedó en cero, porque llevaba días peleado con la amante que no solo le pedía plata, sino tiempo también, y por esa razón ya ni recordaba cuándo había estado por esos lares, pero una bofetada que sí la sintió lo puso de tajo en el recuerdo de su amigo, y la fría tumba que dijo ser empezó a calentarse conforme su mujer lo majaba.
‘No sé de qué hablas tú', dijo con un hilillo de voz, pero Vera arremetió y amenazó con hundirle la cara en el tanque de trapear, lo que para él era un seguro para quedar en el hospital, porque el olor a cloro le alteraba la respiración, y se sintió acorralado, luchando entre defender su inocencia o tirar al agua a Fernando, y se le sacudió a la mujer en un intento desesperado por hallar un recurso de defensa. ‘Sí era mi carro, pero yo no iba ahí, yo le alquilé el carro a un compañero que necesitaba salir al aeropuerto, según me dijo', gritó aliviado, pero Vera se le plantó de nuevo exigiéndole que le probara que él no iba en el carro cuando lo vieron entrar a ese hp sitio.
‘Yo no iba ahí, no i-ba a-hí, ya te dije que le alquilé el carro al compañero', repitió Ricaurte, y Vera gritó que quería saber el nombre y el apellido de ese compañero. ‘Tú no lo conoces, es el señor Bellido, el más viejo de todos, quién sabe qué urgencia tenía que se metió a ese lugar, eso es problema de él, ni tuyo ni mío, lo que nos importa es que él me dio veinte panchos por las tres horas que le presté el carro', argumentó Ricaurte mientras se sobaba la cara, y Vera le exigió que de inmediato le diera la plata que había cobrado por alquilar el carro.
Guardó el dinero y anunció: Mañana mismo voy a hablar con ese Bellido, que me diga cara a cara si de verdad le prestaste el carro. La discusión quedó ahí, y al día siguiente llegó Vera al trabajo de Ricaurte, y pidió hablar con Bellido. ‘Yo mismo soy', le dijo aquel cuando Vera lo abordó diciéndole: ‘Ay, yo no creo que un viejito como usted se haya metido a un push a mediodía ni a ninguna hora'. El don la miró serio y le contestó: ‘Sí me metí, porque sepa usted que hay muchas maneras de hacerlo, o es que a usted nunca se lo han hecho de otra forma que no sea penetrándola, le falta mucho mundo, mamita'. Y se fue a sus labores dejando a Vera convencida de que sí era cierto que su marido le había alquilado el carro, y curiosa por la expresión ‘hay muchas maneras de hacer sexo'.