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Sin suerte en el amor

Sin suerte en el amor

sábado 7 de marzo de 2020 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Rosita, como cariñosamente le decían sus padres y los residentes del barrio que la vieron nacer.

Rosita, como cariñosamente le decían sus padres y los residentes del barrio que la vieron nacer; desde muy pequeña demostraba esa habilidad de querer saber las cosas y para todo tenía una respuesta; su madre le decía que su apellido debió ser Zapata, que si no la gana la empata.

Había terminado su carrera universitaria en Contabilidad y a la vez era idónea para ejercer como Contadora Pública Autorizada. Su sueño fue trabajar, tener su apartamento, ayudar a su familia y casarse. A pesar de tener varios admiradores, porque era una fula de un metro 80, con cabello amarillo pintado, cejas remarcadas y un busto con copas número 36.

No había tenido mucha suerte en el amor, no sabía si era por las exigencias de ella, porque los que se le acercaban, no eran puercos que daban manteca, como decía la abuelita. Se preparó para las fiestas del Carnaval y se fue con unas amigas para Las Tablas, porque allá encontraría el príncipe azul, que tanto estaba buscando.

El primer día del jolgorio se fue al culeco, se puso un pantaloncito licra negro, que no dejaba nada a la imaginación, con un topcito que solamente le cubría las bubis. Estuvo hasta que se terminaron en la tarde; en la noche, para ver la salida de la reina y las tunas, se vistió con pantalón jeans rotos en las piernas y un body fucsia.

El segundo día de la farsa, vio a un joven, que le pareció atractivo y tuvieron buena química desde el primer instante; intercambiaron números de celulares y se encontraron en el Parque Porras en la noche. Luego de pasar el carro de las reinas, disponen ir al Pub, para ver a un artista del género del reggae que deleitaba a los presentes con el ruido ensordecedor de las bocinas.

Ya hubo más conversación entre ambos y decidieron irse cada uno por su lado. Al siguiente día, en el culeco, entre las conversaciones sale relucir el estado civil de ambos; ella le dijo que estaba solterita sin compromiso y él le afirmó lo mismo. Entusiasmada Rosita y a petición del chico, ella le confiesa que le había caído muy bien y que no iniciaban una relación de amistad desde ese momento. Comparten los siguiente días de fiesta y la cosa parecía que Venus, la diosa del amor se acercaba.

Rosita debía regresar a la capital, después de haber parrandeado y de haber conocido el príncipe azul; cuando llegan a la terminal de Albrook, cada quien toma su destino y quedaron de encontrarse al día siguiente. En la mañana comienza a llamarlo y éste no le responde; ya en la tardecita, le contesta y le dice que le había mentido, que él tenía su pareja y que la relación no podía seguir; entró en shock Rosita y le dijo hasta de que se iba a morir, que había jugado con sus sentimientos; luego de esta decepción, ella dijo que no le haría caso a nadie más.

Rosita debía regresar a la capital, después de haber parrandeado y de haber conocido el príncipe azul; cuando llegan a la terminal de Albrook, cada quien toma su destino y quedaron de encontrarse al día siguiente
 


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