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Curiosidades

El secreto del muerto

El secreto del muerto

miércoles 17 de enero de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

La noticia cruzó el pueblo en medio de los guayacanes que empezaban a florecer, y antes de la fecha anunciada para las exequias

Era la hora en que mataron a Lola cuando se supo que había fallecido don Renato, y que su viuda, Deidamia, estaba desconsolada, pero que, entre las pausas del llanto, preparaba un programa especial para despedirlo, ‘más o menos' un funeral de Estado, porque su hombre fungió como corregidor durante 50 años, tiempo en el impartió una justicia absoluta, auténtica y verdadera; también se rumoraba que ella se secaba las lágrimas con el pañuelo del difunto y que luego, tras dar la orden de la comida que se les ofrecería a los asistentes a la despedida de don Renato, su viuda pregonaba: ‘Fue un hombre intachable, recto, honesto, que nunca tuvo ni medio pensamiento malo para nadie y que jamás ofendió a mujer alguna, mi marido era hombre de una sola mujer y eso yo lo voy a decir en su despedida, hombres como él no volverán a nacer hasta cuando vuelva a haber luna llena para Nochebuena, solo en noches así nace uno de esa clase, del corazón de Renato'.

La noticia cruzó el pueblo en medio de los guayacanes que empezaban a florecer, y antes de la fecha anunciada para las exequias ya lo sabía Pilar, la viuda más vieja del pueblo y quien vivía sola, desde añales, en la única casa cercana a la quebrada. La mujer, que ya no usaba el luto, se puso su traje gris y salió rumbo a la casa de Renato. Cuando llegó, tras saludar tímidamente, se puso en fila para despedirse del muerto, cuyo ataúd recién habían abierto para que familiares, amigos y curiosos le dijeran algunas frases que de seguro ya él no escucharía. Fue Deidamia la primera en ver a su hombre para despedirlo: llevaba horas sin verlo, porque en cuanto supieron que ya no vivía, se lo llevaron para el otro pueblo a ‘prepararlo' para evitar cualquier percance con el cuerpo, porque ella quería velarlo por 48 horas.

‘Venga a despedirse de su marido', le dijeron dos sobrinos y cada uno la tomó del brazo, ‘Ayyyyyyyyyyyyyyy, mi Renato, mi ‘Nato', ay, mi rey fiel, el esposo más leal, ayyyyyyy', gritaba Deidamia mientras los curiosos se empujaban mutuamente para verle la cara. ‘Está deshecha, pero no le salen las lágrimas, es que así llora uno cuando el dolor viene del alma', comentaban afuera cuando los que lograban alargar el cuello a su máxima capacidad y ojear el panorama adentro llevaban el informe. Alguien, por la edad de Pilar, la hizo pasar a uno de los primeros puestos de la fila para ver al muerto, de manera que pudo oír las palabras de despedida que la viuda le decía al cadáver de su marido: ‘Me quedan de consuelo, tus consejos, pero más que ellos, los 64 años de fidelidad pura que vivimos, hasta pronto, Renato, esposo fiel, leal, ayyyyyyyyyyy'.

La viuda más vieja del pueblo, Pilar, caminó lentamente hacia el féretro, cuando estuvo al frente, puso su nariz sobre el vidrio y le dijo frases que nadie entendió, luego abrazó la caja con sus dos brazos, sacó de su regazo un clavel blanco y le pidió permiso a Deidamia para ponérselo a Renato en el bolsillo de la camisa. La mujer volvió a sacar el pañuelo del difunto, y se secó las lágrimas que antes no vieron los curiosos, entonces, con voz bajita le preguntó a Pilar por qué quería ponerle ese clavel blanco.

La viuda vieja necesitó sacar su pañuelo para contestarle a la viuda nueva, que, admirada, vio que el pañuelo de aquella era idéntico al suyo, pero no pudo expresarlo, porque recordó de repente que al principio Renato tenía dos pañuelos idénticos y que luego dejó de verlo en su ropero, en eso pensaba cuando Pilar se secó las lágrimas y le dijo bajito, para que solo ella oyera: ‘Renato era un caballero, me juró que se llevaría a la tumba el secreto de que era el padre de mis dos hijos y lo cumplió'.

Un dolor inexplicable invadió a Deidamia, que gritó iracunda mientras jamaqueaba el ataúd: ‘Llévenselo ya y entiérrenlo enseguida, y que nadie más me dé ningún pésame, oyeron, nadie, nadie más…'.

Orgullo: 44 años de fidelidad absoluta
 


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