Las sirenas de Ramoncito  

En el celular hay movimientos, ropa de baño, sonrisas grandes, labios rojos
  • lunes 01 de abril de 2024 - 10:59 AM

Ramoncito parquea en una de las tantas cafeterías que hay en la ciudad. Cuando digo parquea es que llega apenas abren, tipo siete de la mañana, y va cuando el sol está a mitad del cielo. Durante todo ese tramo del día, solo ha consumido un café negro y una empanada. Aunque sus recursos dan para más, siempre se priva de ciertos gastos.

En otros gastos entra en la categoría de los maniflojos. Por ejemplo, tiene un plan para la data del celular como si dependiera de eso para ganarse la vida. Siempre tiene el celular a mano, mirando fotos que les mandan, o videos, Ramoncito es los que no se conforma con un solo formato.

A Ramoncito, en la cafetería, se le ve junto a otros adultos mayores, que se van pasando el celular. Ocupan cualquier mesa, quien los ve por primera vez pensará que escogieron la mesa del pasillo justamente para que los ojos de los comensales se pegaran a la pantalla del celular de Ramoncito.

Pero qué será lo que ha descubierto Ramoncito en esas redes que se tejen dentro del celular. O qué tienen esas redes que a Ramoncito lo emboban y que él gustosamente comparte con los demás parroquianos. Son figuras, son siluetas, son sirenas.

Ramoncito hace su par de años se jubiló y colgó los guantes del trabajo para siempre. Cuando cumplió la edad se dijo que no trabajaría ni un día más y que el resto de sus días los viviría como si fuera el último. Y vaya que ha cumplido. Ese estilo de vida le da rejuvenecido y eso que no se pinta las canas como los demás comensales.

En el celular hay movimientos, ropa de baño, sonrisas grandes, labios rojos, dentaduras blancas, ojos que alumbran hasta en la oscuridad, cinturas que no tienen grasa, piel lisa y recién planchada. Esas y todas las demás bondades que se me escapan de la juventud.

Con todo aquello Ramoncito se deleita y se recarga de energías para el resto del día, de semanas, de años. Nadie puede imaginar que el don ya tiene 75 y no muestra signos de agotamiento. Y eso que las caminatas y ejercicios no fueron lo suyo. Madrugaba tanto para trabajar que no le quedaba tiempo para esas rutinas. La vida son dos días, uno de día y otro de noche, se repetía a manera de letanías.

La mesa de Ramoncito es muy famosa entre los clientes del local y los comensales.  Nadie sale sin echarle un ojo a los que están sentados a la mesa, mirando la pantalla del celular  de Ramoncito que pasa de mano en mano.

Menos mal que alguien inventó todo aquello, qué sería de la vida sin tener aquellos entretenimientos, aquellos ratos de esparcimiento, aquellos pequeños placeres. Ramoncito vive plenamente cada minuto de su vida, mirando aquellas sirenas que se mueven fuera del mar y aquellos cuerpos que no quieren saber nada de la ropa.

Los comensales se forman a un lado del mostrador, compran hojaldres, café negro y empanadas y lanzan la mirada al celular de Ramoncito. Será la misma de todos los días, o serán varias, serán miles. Esa red es tan infinita como el universo mismo.

Monchito, ¿y cómo funciona todo eso?, pregunta uno de los tres comensales de su mesa.

Hay de 20, de 30, de 40, contesta Ramoncito. Y suelta una risa pícara que llama la atención de los compradores.

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