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Mi mujer no me quema

Mi mujer no me quema

miércoles 2 de enero de 2019 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Clarito lo dijo Jefferson: ‘La honestidad es el primer capítulo del libro de la sabiduría'. Para Erasmo, este valor solo se aplicaba en las 

Clarito lo dijo Jefferson: ‘La honestidad es el primer capítulo del libro de la sabiduría'. Para Erasmo, este valor solo se aplicaba en las relaciones conyugales, y a menudo comentaba pechón: ‘Tres cosas tengo seguras en mi vida: el nombre de mi madre, el color de mis ojos y la cuca de mi mujer, donde solo entro yo'.

Erasmo nació sin el chip de la discreción, cuando había un bochinche de cama en el barrio, él era el primero en difundirlo, y en la difusión añadía sus comentarios nada edificantes para las mujeres, esa vez le tocó a la hija de Raquel enredar el pensamiento y, de repente, sin explicación ni para ella misma, quedó en un amorío con otro hombre que no era su esposo, y el rumor de los cachos corrió por el vecindario ayudado por el celular.

Pronto lo supo Erasmo, quien lo escuchó todo y empezó a contarlo a su manera entre los vecinos.

‘¿Ya supieron?, dicen que todas las tardes, el único vago del pueblo se goloseaba a la hija de Raquel, se iban juntos para la casa abandonada y allí se daban gusto hasta la hora en que más o menos regresaba el marido de ella de la escuela nocturna donde estudia para ganar más y comprarle un carro de ricos a su mujer', repetía cizañoso el bocón, y cerraba el cuento con el pregón habitual mientras se santiguaba: ‘Gracias a Dios yo estoy libre de esa plaga, porque mi mujer nació honesta, y por eso me envidian todos en el barrio, porque a mí no me queman ni nunca me quemarán'. Fueron varias las vecinas que, indignadas, llegaron a la casa de Raquel a decirle que Erasmo estaba difundiendo el ‘problema' de su hija.

‘Ese cabrón infeliz me va a oír', anunció Raquel y fue directo a la casa de él. No sabía exactamente qué le diría, pero apuró el paso confiada en que algo se le ocurriría en el camino.

Y así fue, cuando llegó y se vio frente a ese hombrón macizo, contuvo la respiración para tragar grueso y sacar el ánimo necesario para reclamarle. Lo halló tras recordar que la mujer de Erasmo había estado enredada con el sobrino de otra vecina en los Carnavales del año anterior, y se le fue encima al bochinchoso, lo agarró por el suéter y lo sacudió reclamándole por cargar a su hija de boca en boca y diciendo más de lo debido.

En el forcejeo, cayeron al piso los lentes de Erasmo, y eso fue suficiente para que se le bajara la fanfarria y la bocaza se le llenara de sentimientos confusos, y dijo: ‘Cálmate, Raquel, que yo solo he oído el cuento de que tu yerno se fue porque tu hija anda con otro, pero yo solo oigo, porque eso no es problema mío, gracias a san Cachondo mi mujer sí conoce la fidelidad, por algo me casé con ella, te doy un consejo: agarra a tu hija, dale una paliza y oblígala a que se beba un galón de limón para que se le baje la calentura que carga'.

Raquel escuchó todita la defensa de Erasmo, pero cuando este terminó, lo agarró con fuerza de madre ofendida y le gritó: ‘Tú eres más pendejo de lo que yo creía, de qué fidelidad de hierro hablas, eso es puro cuento que te has inventado tú mismo, fidelidad de vidrio será porque todo el mundo, menos tú, sabe que a tu mujer la pusieron horizontalmente en los últimos Carnavales, pregúntaselo a ella y verás cómo se pone de nerviosa, solo tu mujer sabe cuándo fue, dónde fue y cuántos polvos fueron'.

La madre ofendida soltó al bochinchoso y se fue caminando despacio para oír lo que le contestaba la mujer, pero el ruido de la brisa se llevó el sonido, dejándola sin noticias hasta días después, cuando se difundió que Erasmo se había ido de la casa, y que llevaba rumbo incierto, quizás a esos pueblos de El Chirriscazo, el único donde aún existen mujeres con fidelidad de hierro, y no de merengue como resultó su amada mujer.

El chisme es la emisora favorita del diablo.
 


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