Curiosidades
Su madre tenía que armarse de valor para que se levantara de la cama
Toda su familia acudía a la iglesia del pueblo los domingos. Su madre tenía que armarse de valor para que se levantara de la cama y se arreglara para llegar a tiempo al culto, que iniciaba en punto a las 8:00 de la mañana.
En aquellos tiempos, Jorge, tenía ocho años y era un jovenzuelo rebelde que poco caso le hacía a su madre y menos a sus maestros en la escuela.
Jorge mantuvo esa misma actitud durante los 10 años siguientes.
Ya a sus 18 años se sentía un hombre libre e independiente, con el derecho de hacer lo que le daba la gana.
A su madre le dijo que ya no iría a la iglesia, porque los domingos prefería irse con sus amigos por ahí y gozar la vida. Eso a su madre, sobretodo, la entristecía porque observaba que su hijo iba por mal camino, sin tener a Cristo en su corazón.
Mientras que sus dos hermanitas y su madrecita seguían acudiendo a la iglesia, Jorge se "encompinchó" con otros tres jóvenes, casi de su misma edad, que ya habían pisado la cárcel por delitos de robo a mano armada agravado y privación de la libertad sexual, en perjuicio de menores de edad.
‘Ey, chilin, para unirse legalmente a la banda tienes que bautizarte', le dijo Felipe, el líder del grupo.
Jorge, con rostro de asombró, al no comprender lo que le dijo, respondió: ‘Ya mi mamá me bautizó de adolescente'
‘Je, je, je', soltaron la carcajada los tres manachos.
Felipe, el más atrevido y con un rosario de delitos le dijo: 'Nombe, compa, nos referimos a tener los bolsillos llenos de ‘chenchen', money brother. Mira tus zapatillas, ya es hora de que tengas otras y más finas'.
Jorge, lo miró y le dijo, ‘y qué hay que hacer pa' eso'.
‘Mañana, a las 11:00 de la noche, nos encontraremos en este lugar. Les entrego un papelito muy cerca del centro comercial y te vamos a decir qué es lo que es', le dijo el cabecilla de la banda.
Al día siguiente, a la hora y en el lugar indicado, estaban los tres malhechores y el nuevo integrante.
Felipe inspeccionó rápidamente el lugar con la mirada y les dijo: 'Este es el plan: ¿Ven la casa aquella, los propietarios no están? He vigilado el lugar por varias semanas y todos los viernes cogen vuelo para el interior y no regresan hasta el domingo en la tarde, así que hoy es el día en que la vamos a desvalija”.
Jorge, al principio, se rehusó: ‘No, no, no entro en esa'. Pero cuando lo repararon de arriba abajo y se burlaron de las zapatillas viejas y gastadas que usaba y que así ninguna hembra lo miraría, decidió unirse al robo.
Se introdujeron en la enorme residencia de dos plantas y se llevaron un gran botín: televisores de última generación, equipos de sonido, microondas, computadoras portátiles, prendas de oro y hasta tres zapatillas nuevecitas.
No hubo problemas con la venta de los artículos porque ya eran encargos de clientes frecuentes de la banda.
Se repartieron el dinero y continuaron con sus atracos en las residencias.
Jorge se vestía fino y con zapatillas caras y hasta novia consiguió.
Un día reunidos en la vereda del barrio, a Felipe se le ocurrió ampliar su red de atracos a algo más grande: robar en un banco.
‘Hermanitos, tenemos que ir por lo grande, quieren recoger más ¿cierto? Bueno, vamos por algo grande, que llene los bolsillos y ya lo tengo planeado', dijo Felipe.
El banco que decidieron asaltar estaba situado en la zona este de la ciudad capital.
Era la 12:00 mediodía cuando ingresaron abruptamente en el lugar, encañonaron al guardia de seguridad y luego a las tres cajeras y ordenaron a los cuentahabientes que se arrojaran al piso, con las manos atrás.
Pero lo que ellos no imaginaron, que unas de las cajeras activó la alarma, por lo que cuando pretendían salir con 30 mil dólares del botín les salió la bruja, porque ya la Policía tenía rodeada toda la zona.
Los malhechores, al verse contra la espada y la pared, desenfundaron las 9mm y se enfrentaron con los uniformados que respondieron y se formó el fuego cruzado. Tres de los delincuentes resultaron abatidos y el único que sobrevivió fue Jorge, pero con dos piernas destrozadas, que lo postró en una silla de ruedas.
Exactamente cuando se realizaba el asalto, Doña Esmeralda imploraba con toda su alma para que su hijo enderezara su conducta y volviera al redil.
Jorge quedó dependiente completamente de su madre y sus hermanas.
Ahora tenía todo el tiempo del mundo, por lo que decidió leer la Biblia.
Pasaron los años y poco a poco se dedicó a predicar la Palabra, visitando cárceles y ayudando a jóvenes de barrios en conflicto con la ley.