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Curiosidades

La aprendiz

La aprendiz

domingo 14 de mayo de 2017 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

No era lo mío ya andar en bus, y luchar con los taxis era casi como pedir limosna.

Uno de los momentos más duros en la vida sentimental de una mujer es decidir si deja al hombre que ama o si lo intenta un poco más. Entre tomar la decisión y ejecutarla pasan años. Tuve que ponerme una piedra en el corazón para sacar a mi marido de la casa y de mi vida. Y no lo hice porque se me acabó el amor por él, lo hice porque se me agotó la paciencia.‘Las cosas caras no se prestan', decía mi madre cada vez que mi marido salía en mi carro, pero yo le amarraba la cara a mi progenitora en señal de que no me gustaba que se metiera en mi vida. Pero ella no le paraba bola al rostro de puñete que yo le ponía, y cuando supo que mi marido había vuelto leña mi automóvil, me gritó ‘cuándo le vas a poner orden a Belisario, hasta cuándo, que se compre uno, si le gusta andar en carro, que saque un préstamo y se lo compre'. No le discutí porque sabía que era suya toda la razón, pero tampoco le dije que a Belisario no le prestaban porque su nombre aparecía en esas entidades creadas para ponerles un freno temporal a los malapagas. No era lo mío ya andar en bus, y luchar con los taxis era casi como pedir limosna, así que decidí comprarme otro carro. Mi mamá me lo bautizó con un ‘Dios quiera que la cosita esa que tienes por marido no te lo dañe antes de pagarlo, espero que no se lo prestes ni para ir a la esquina, ese no conoce lo que es cuidar lo ajeno'. La escuché en silencio, pero sus palabras se las llevó el viento porque al rato, Belisario me lo pidió prestado con esa carita de niño travieso que tanto me desarmaba, y no se lo negué, pese a que mi madre se desbocó gritándole ‘cuidado con una vaina, que mi hija suda su plata, a ti no te enseñaron que hay cosas que ni se prestan ni se piden prestadas'. Belisario prometió ir donde sus padres y regresar enseguida. ‘No tardo, princesa', me dijo, y se fue indiferente a la retahíla de advertencias con las que mi madre, a su manera, me demostraba su amor y cuidaba mi cartera. Dos horas después, alarmada porque no regresaba, lo llamé al celular, pero este sonaba apagado, y me preocupé más, no por el carro, sino por temor a que le hubiera ocurrido algo. Regresó al anochecer, y no me percaté de que el carro tenía huellas de lodo hasta el día siguiente, cuando en el trabajo un compañero me aseguró que había visto mi automóvil nuevo en una zona de práctica de aprendices de manejo. ‘Mírale las llantas, están enlodadas', me dijo. Esa misma noche, mi marido me pidió el carro para usarlo al día siguiente. Alegué que era domingo, día en que él duerme hasta la una, pero me confesó que su madre andaba tristona y quería que la llevara a visitar a las tías. ‘Dale', le dije, pensando en que mi Belisario estaba cogiendo consejos míos, y ahora se ocupaba más de sus padres. Salió antes de las ocho, y a las once me llamó mi compañero de trabajo para asegurarme que había un carro idéntico al mío allá en el mismo sitio referido el día anterior. Le pedí que mirara a los ocupantes. Me dio una descripción confusa: ‘Un man ni gordo ni flaco ni feo ni bonito con una guialcita bien buenona'. Le pedí que me describiera la ropa, y supe enseguida que era mi marido en mi carro y con otra mujer, así que allá llegué en menos de media hora. Encontré a mi Belisario afanado en que la mujercita con la que estaba practicara cómo estacionarse, dar reversa y otras pruebas peligrosas en ¡mi carro nuevo!Tuvieron que regresar a pie, y fue suficiente para sacarlo definitivamente de mi casa, ni siquiera lo dejé entrar otra vez, la ropa se la mandé en bolsas de su misma categoría, de basura.

Presagio: Cuidado con una vaina.

Dicho: Las cosas caras no se prestan.



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