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Curiosidades

‘Jarrete'

‘Jarrete'

lunes 12 de marzo de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Cuando supe que varios de los medicamentos que me compró mi madre para curar los nervios habían debilitado mi fertilidad

Siempre he sido muy nervioso, mi madre tuvo que ir dos meses conmigo a la escuela y quedarse toda la jornada allí para que yo pudiera iniciar esa etapa de mi vida; ‘nada más es puro nervio' decían las maestras; una de ellas, la de sexto grado, me puso el apodo de ‘Jarrete', y así empezaron a llamarme todos, incluso mi bellaca exmujer también me llamaba así.

Cuando empecé a trabajar, también notaron mis nervios, y el jefe, un interiorano de pura cepa, me dijo jocoso: ‘De seguro que a usted lo criaron con sopa de jarrete, es puro nervio, déjese de eso que no va a conseguir mujer, recuerde que a esas cabronas les gusta que les demos plata y que las defendamos'. Yo me quedé preocupado, porque, aunque nervioso, tenía mis sueños, y entre esos estaba casarme con una mujer bien provista de carnes, sobre todo de un busto amplio, relleno, para dormir yo pegadito ahí.

Cuando supe que varios de los medicamentos que me compró mi madre para curar los nervios habían debilitado mi fertilidad, decidí no casarme nunca, pero el diablo puso en mi camino a Soraida, una darienita de Zapallal, bien forradita en carnes, con los pechos como cañones y la piel firme y decidida; la bella llegó a la empresa donde yo laboraba, y como no sabía mucho de ciclos contables, me la encargaron a mí para orientarla: ‘Deje los nervios, Antolín, deje los nervios y apoye a Soraida, que salió de Darién con su diploma nuevecito a probar suerte acá en la capital, ayúdela', me dijo el viejo mandamás de mi departamento, y yo me fajé con la pelá, que no era tan pelá, pero como yo le llevaba 25 años, me parecía una jovencita.

Para esa época ya andaba yo reventado por las manuelas, eso era a diario, y ya tenía mi carrito también, por lo que todos los días iba a buscar y a llevar a Soraida a su casa, supuestamente mientras ella aprendía a andar en el metro, pero el tiempo fue pasando y ambos nos sentíamos cómodos con ser yo el chofer particular de ella, quien se me resbaló una noche y caímos horizontalmente en esos lugares refrigerados. Fue esa la primera vez que ella me preguntó mi edad, y comentó cuando le dije 54 años: ‘No lo aparentas ni en la cara ni en el cuerpo ni en la voz ni en tu andar ni en tu potencia para cu…'. Yo quedé que era pura emoción, y le pedí que se casara conmigo. Ella aceptó enseguida, y esa misma noche fuimos a buscar su ropa y me la traje para mi casa, que a ella le pareció grande y bonita.

Siempre estarán en mi mente y en mi vientre los recuerdos de esos primeros meses juntos; pura felicidad, ella parecía no pensar en tener hijos, y yo me mantenía calladito sobre mi baja posibilidad de engendrar, lo que unido a mi edad empeoraba el panorama, aunque ser padre no era un tema que me desvelara, al contrario, prefería no conocer nunca esa emoción a procrear un ser puro nervios como fui yo por tanto tiempo. Me bastaba para ser feliz con tener a Soraida a mi lado, su fidelidad era mi absoluta felicidad. Fue por esos días en que yo me sentía el hombre más feliz del planeta cuando, mi mujer, más ardorosa que nunca, me dijo que quería aprovechar sus vacaciones, que serían tres meses después, para ir donde su familia, allá en la tierra de Cémaco.

‘Pero en esta vuelta voy sola, déjame avisarle a mi papá, que él no sabe que me casé y prefiero prepararlo', me dijo, y yo acepté, no me pareció mal. Hasta ahí estuvo bien, pero el mundo se me derrumbó cuando me dijo que antes de irse para Zapallal quería participar en una de esas convocatorias para cirugías gratis, de esas ‘para no quedar preñada'.

Todo estaba claro, tenía otro allá, y quizás aquel sí preñaba. Con dolor en el alma, la dejé, y nuevamente soy puro nervio, o sea, ‘Jarrete' hasta el fin de mis días.

A los 50 años comienza a bajar la fertilidad masculina.
 


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