Publicidad
Curiosidades
A nadie le gusta ir al médico, pero cuando toca ir, toca. Así le pasó a Marta, a quien le correspondió ir a uno del oeste
A nadie le gusta ir al médico, pero cuando toca ir, toca. Así le pasó a Marta, a quien le correspondió ir a uno del oeste para que a su madre la atendieran por una crisis de asma que la atacó.
Marta es una muchacha educadita, callaíta y siempre respetuosa, quien se preocupó por su madre.
Para buscar atención sacó de los pocos realitos que tenía y llamó a un taxi que la dejó en el centro médico donde empezó su penitencia.
Primero, demoraron en atender a la doñita porque no estaba entre los casos más delicados.
Las mujeres de las ventanillas gritaban y trataban mal a los pacientes y hasta los devolvían para sus casas con la excusa de que les faltaba un ‘papelito'.
Luego de hora y media esperando por atención, fue llamada para un simple control.
Mientras, la mamá de Marta estaba entre incómoda y débil, lo que hacía que la muchacha se preocupara más.
Marta, con cero recursos e influencias en el sitio de salud, decidió pelarse la cara y explicarle a una de las enfermeras que su mamá ya había estado delicada por un cuadro similar y quería evitar a toda costa repetir la historia.
El angelito blanco la escuchó y le dijo, ‘está bien, mami. Te vamos a ayudar'.
A la abuelita la iban a saltar de los filtros, pero de un cubículo salió una de esas funcionarias quienes registran a los pacientes a su llegada.
‘No, no, no. Miss, aquí hay que esperar los filtros', gritó la empleada pública.
La enfermera, con toda la buena disposición le explicó que el caso estaba siendo filtrado por ella, pues estaría segura que su doctor no tendría problemas en obviar el método de espera.
‘Yo aquí le digo, señora, usted se queda ahí porque sino todos aquí van a querer hacer lo mismo', señaló y gritó la atrevida trabajadora señalando una de las sillas de espera, que para espera no sirve porque están más duras que unas bancas de escuela.
Marta, cansada, cabreada, enojada y sin ningún tipo de paciencia, le dijo: ‘Oye, tú eres bien lisa. Te crees la dueña de este lugar o qué. Ya la enfermera dijo que mi mamá va a entrar y yo te digo, también, que va a entrar', le respondió.
Marta, le dijo a la mamá: ‘Mami, ni un paso a atrás, vamos pa' encima', y comenzaron a caminar, pero la funcionaria se le metió en el paso y les dijo, ‘les voy a llamar al seguridad'.
Eso enojó a Marta a tal punto que vociferó, ‘Llámalo, aquí te espero, pero si me lo traes te pego'.
Ni corta ni perezosa, la funcionaria, impulsada por su posición, fue a buscar a un uniformado.
Esto agitó a la mamá de Marta, quien estaba en medio del tira y jala.
Dos que tres palabras se cruzaron y fue todo para que Marta atacara a la recepcionista.
Tres puñetes, y una arrastrada le dio Marta a la mujer. ‘Esto es por lisa, ¡me tienes harta! Desde que llegué aquí solo has tratado mal a la gente, gritado y maltratado a los pacientes, como si este hospital fuera tuyo', destacó Marta quien no soltaba a su víctima, pues a punta de jalones de pelos quería arrastrarla hasta dejarla en la calle.
Como la violencia no es la solución a los problemas, a Marta le llamaron a la Policía, a su mamá la atendieron sin la presencia de la revoltosa.
Ella se le zafó a los guardias y esperó hasta la salida de su madre para pedirle a su hermano que las fuera a buscar.
A ella le levantaron una denuncia por agresión, pero salió bien librada cuando le metió los pelos pa'dentro a la funcionaria, ya que llevó a dos primas corta cara a amenazar a la recepcionista para que dejara ese caso hasta ahí.
Para que vean, que el más grita a veces es el más flojo y los callaítos, dan sorpresa.
