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Curiosidades

Eso es problema mío

Eso es problema mío

viernes 17 de febrero de 2017 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Cuando vi las fotos íntimas que mi mujer le mandaba a su enamorado, sentí que me volvería loco

Cuando vi las fotos íntimas que mi mujer le mandaba a su enamorado, sentí que me volvería loco, que era demasiado dolor, y decidí suicidarme, lo que no hice porque antes quise despedirme de mi madre, quien tuvo que aguantarme un llanto de casi tres horas hasta que pude hablar y le conté lo de de las malditas fotografías en las que mi esposa aparecía con la cuca al aire, otras acariciándosela, con los muslos en toda su plenitud y en el centro la cosa esa que yo creía que era mía y que ignoraba que otro conocía quizás mejor y más que yo. Para colmo de males, se las mostré. Mi madre pegó el grito al cielo cuando leyó los mensajes que mi mujer le enviaba junto con las fotos al amante de porquería.

La autora de mis días se llenó de ira e intentó lavarme el cerebro con la idea de que mi mujer no valía ni medio centavo, luego entró en una crisis de llanto y me juró que si yo me suicidaba, ella la mataría con sus propias manos. Me tumbó toda la decisión cuando me gritó: Qué tristeza pasar mis últimos años en una cárcel fría, sucia y llena de caca por culpa de una infeliz gorda mantecosa. Luego, mientras yo lloraba mi dolor tirado en una hamaca, ella llamó a mis hermanos, a mis primos, a mis tías y hasta a mis abuelos paternos y maternos para que vinieran a quitarme la soga.

Metiche: Chequea las fotos que tu mujer le manda a su amante. Inocentón: El otro no puede hacer nada con una foto.
 

Vinieron todos y, sin excepción, dijeron que esperaban que yo no estuviera pensando en perdonarla. ‘Deje a esa gorda, sobrino, usted es mucho mejor que ella, es más, yo no sé qué le vio usted a esa muchacha, límpiese esos mocos y salga a comerse el mundo, verá cómo le van a llover hembras de buen ver, no ese intento de mujer que tenía usted', me dijo mi tío, y no pude contenerme al oírlo burlarse de mi mujer, y lo mandé para el carajo.

‘Si yo decido perdonar a mi mujer, eso es problema mío, si la acepto con amante, eso es problema mío, si quiero seguir dándole plata aunque ella se lo dé a otro y le mandé fotos de su vulva, eso es problema mío, además, recuerden que en pelea de marido y mujer nadie se debe meter', les grité y los saqué de la casa a todos, porque, de repente, se me ocurrió que estaba ahogándome en un vaso de agua, que todas las cucas son muy parecidas, que podía ser un montaje, y que el otro nada más tenía las fotografías, y con ellas nada podría hacer, salvo mirarlas.

Aunque mi madre se opuso a que yo volviera con mi mujer, a mí me valió tres pepinos su opinión, y me fui afanado a ‘perdonarla', en el camino ensayé lo que le diría. Cambié varias veces el discurso, pero lo medular era decirle ‘no lo vuelvas a hacer'. Así de enamorado de mi mujer estaba yo, tanto que llegué a la conclusión de que yo era el único culpable de esas fotos íntimas enviadas a otro. ‘Por barrigón, por usar ropa de viejo y por no atenderla con eficiencia en la cama', me repetía mientras avanzaba a mi hogar, adonde llegué decidido a pedirle perdón de rodillas a mi mujer por haberla descuidado. No tuve necesidad de hincarme, porque encontré mi casa vacía de gente y de muebles. Mientras yo perdía el tiempo con mis parientes, mi mujer me vació el hogar. Solo dejó mi ropa y mis chancletas. Me encerré por una semana, apagué mi celular y en ese tiempo ni siquiera me levanté de la cama. Cuando me vencieron el hambre y el instinto de vida, salí a las calles de Dios con mi celular cargado al máximo, con la esperanza de que mi mujer llame para decirme que volverá pronto.



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