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Curiosidades

Escuela de manejo

Escuela de manejo

viernes 5 de abril de 2019 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

él salía en el carro de su mujer, Tamara, quien le amarraba la cara a la progenitora en señal de que no le gustaba

Erick no se alteraba ni un pelito cuando la suegra comentaba: ‘Las cosas caras no se prestan', lo que decía cada vez que él salía en el carro de su mujer, Tamara, quien le amarraba la cara a la progenitora en señal de que no le gustaba que se metiera en su vida.

Madre al fin, la vieja no le paraba bola al rostro de puñete de la hija, y cuando supo que Erick había vuelto leña el automóvil, le gritó: ‘Cuándo le vas a poner orden, que se compre uno, si le gusta andar en carro, que saque un préstamo y se lo compre'.

Esta vez, Tamara no amarró la cara ni discutió, porque sabía que era suya toda la razón, pero tampoco le dijo que a Erick no le prestaban porque su nombre aparecía en esas entidades creadas para ponerles un freno temporal a los malapagas.

Como a ella no le gustaba andar en bus, y depender de los taxis era casi como pedir limosna, se compró otro carro que la madre bautizó con un ‘Dios quiera que la cosita esa que tienes por marido no te lo dañe antes de pagarlo, no se lo prestes ni para ir a la esquina, ese no conoce lo que es cuidar lo ajeno'.

Esas palabras se las llevó el viento, porque al rato, Erick salió oloroso en el auto nuevo y no reparó en las palabras de la suegra: ‘Cuidado con una vaina, que mi hija suda su plata, a ti no te enseñaron que hay cosas que ni se prestan ni se piden prestadas'.

Con una sonrisa ‘inocente', Erick se despidió de las dos, y a su mujer la besó diciéndole: ‘Vengo enseguida, mi reina linda'.

Pero, el ‘ya vuelvo' no se concretó, y dos horas después, alarmada porque no regresaba, Tamara lo llamó al celular, que sonaba apagado, y ella entró en crisis, no por el carro, sino por temor a que le hubiera ocurrido algo a su maridito. Al anochecer llegó y se acostó con su sonrisa, pero sin dar una explicación de la demora.

Al día siguiente, en el trabajo, Tamara se percató de que el carro tenía huellas de lodo: un compañero le aseguró que había visto su automóvil nuevo por allá por donde él vivía. ‘Lo vi pasar varias veces, después del aguacero de ayer', afirmó el hombre, que añadió: ‘Mírale las llantas, están enlodadas'.

Y así mismo era, lodo por todas partes, pero no se lo comentó ni a su madre ni a Erick, quien al día siguiente le pidió el carro para llevar a pasear a su papá que andaba con el aburrimiento a su máximo nivel.

‘Dale, mi rey', dijo Tamara, pensando que su marido había tomado conciencia de su rol de hijo único. Salió al atardecer, y a las nueve, el compañero de trabajo la llamó para asegurarle que había un carro idéntico al de ella, en el mismo sitio referido el día anterior.

‘Anda y mira bien al que maneja, y activa tus lámparas si va una mujer y mírala bien', gritó Tamara, pero el compañero le dio una descripción confusa: ‘Un man con cara de payaso con una pelá suculenta'.

‘Cómo es la ropa de él', gritó Tamara, y por la respuesta supo que era su Erick con otra mujer en su carro nuevo.

Voló al lugar y halló a Erick afanado en que la mujercita practicara cómo estacionarse, dar reversa y otras pruebas peligrosas en ¡el carro nuevo de su esposa!

Esta vez, cuando la vio, no hubo sonrisa en la cara de Erick, pero sí se fajó con su propia esposa para defender a la amante, y aunque tuvo que regresar a pie, prefirió eso a venirse con Tamara en el carro nuevo. ‘Ella o yo', gritó Tamara con una última esperanza, pero el marido se decidió por la amante, dejándola convencida de que los bienes no cuentan cuando en el corazón hay amor.

‘Anda y mira bien al que maneja, y activa tus lámparas si va una mujer y mírala bien' gritó Tamara, pero el compañero le dio una descripción confusa:
 


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