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Curiosidades

El sueño

El sueño

domingo 21 de mayo de 2017 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

La cocoa generó muchos comentarios y también le llegó fresquecita a Marcelino

A la hora de hablar muchos olvidan el cómo, el qué, el dónde y el con quién y a quién. Emilia se levantó mojadita porque soñó que estaba embarazada, pero no de Francisco, su esposo, sino de Marcelino, un compañero de trabajo al que miraba con ojos lujuriosos, porque era corpulento y siempre la hacía reír con cualquier ocurrencia, tan diferente a su marido, flaquito y serio. Apenas llegó le contó el sueño a su amigaza Bebita, quien antes de media hora ya lo había difundido en toda la compañía. La cocoa generó muchos comentarios y también le llegó fresquecita a Marcelino, el papá onírico y quien se puso serio momentáneamente y pidió que dejaran ese relajo, que él era muy respetuoso de la mujer con compromiso y que quizás a Francisco no le haría ninguna gracia saber lo soñado por su esposa. Pero el sueño de Emilia ya había traspasado las fronteras de su departamento y ya andaba de boca en boca por las otras dependencias de la gran compañía. Los únicos que hasta el mediodía seguían ignorantes del bochinche eran Francisco y Reyna, la querida de Marcelino. Los dos, por separado, se acercaron cuando oyeron a otro compañero soltar una carcajada viral, y preguntaron ‘cuál es el chiste, que no me lo sé yo'. Todos los presentes enmudecieron, y esa actitud colectiva avivó la curiosidad de los recién llegados, quienes, al no hallar allí la respuesta, siguieron indagando hasta que el necio que nunca falta les contó la cocoíta, y no la contó como se la había oído a Bebita, sino que añadió dos detalles peligrosos: ‘que la soñadora había dicho que el despertador le arrancó de cuajo la felicidad justo cuando ella marcaba el número de Marcelino para decirle que pronto sería papá de un niñito tan hermoso como él'.

La bilis se le derramó a Francisco, quien no la aguantó en su frágil cuerpo, por lo que la canalizó dándole tres jamaqueadas al bocón y las acompañó de un par de palabras ofensivas que se tragó el hablador, que no pudo responderle porque venía en dirección a ellos el mandamás de la empresa, ante el que no se pudo controlar la bella Reyna, que se alejó diciendo ‘esa zorra de Emilia me las va a pagar'. Igual hizo el esposo corneado en sueños, se fue directo adonde estaba Marcelino y se le enfrentó pese a que algunos le gritaban que no provocara al otro, que lo triplicaba en peso y tamaño, que cuidado con una vaina. Pero Marcelino estaba lleno de celos y se le abalanzó al grandulón que tuvo que fajarse, el rival era pura fibra y de niño parecía que había saltado mucha soga. Se enfrascaron, varios azuzaban y poquitos intentaban llamar a la cordura.

En otro punto, Bebita y Emilia trataban de aguantar a Reyna, quien se aquietó cuando alguien le dijo: ‘Qué carajo peleas, si tú ni siquiera eres la mujer de Marcelino, para que sepas él anda en planes de casarse con su novia de siempre, etc.'. La revelación derrumbó a la que minutos antes reclamaba rabiosa, ahora trocó su rabia en llanto de dolor de mujer, y hasta la misma Emilia intentaba consolarla y explicarle que el sueño solo había sido eso, un sueño. Una a una fueron llegando las otras colaboradoras y así las encontró el mandamás: cabeza con cabeza, oyendo, unas; otras con palabras de consuelo para la compañera caída por el dardo de la traición.

‘Así es que ustedes trabajan, con razón todos los informes llegan tarde, la productividad anda en cero y el negocio va cuesta abajo', les dijo el hombre y se fue a su oficina, de donde regresó con unas cartitas de vacaciones eternas para todas; igual hizo con Francisco y Marcelino y con los espectadores del enfrasque. ‘Se largan ya todos para su casa, sin derecho a nada y de lo que les toque de la quincena les descontaré el mobiliario dañado'. Muchos, en el afán de ver la pelea, arrimaron escritorios y otros se treparon en las sillas para no perderse ni un golpe.

Golosa: Quiero soñarlo de nuevo. Glotona: Me gustan los corpulentos.
 


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