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Curiosidades

El feo platudo

El feo platudo

lunes 15 de mayo de 2017 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

La mujer vino con el marido, quien quiso humillar a mi abuelo.

En mi niñez oí mucho el refrán ‘Mujer llorona es puta o ladrona'; lo decía mi abuelo, pero ni los demás ni yo le prestábamos atención, porque esos decires, que él llamaba dichos, estaban siempre en su boca. Con mi abuelo viví siempre, y nunca he olvidado la tarde lejana aquella en la que regresé cabizbajo de la escuela, porque una compañera me dijo: ‘Eres más feo que un sapo estrellado y asoleado y enlodado'. Mi abuelo, cuando lo supo, me consoló con estas palabras: ‘Mañana mismo, usted agarra a esa chiquilla del carajo y le dice que usted es feo, pero con los bolsillos llenos; y que a la mujer que se case con usted no le pasará lo que a la madre de ella, que se casó con uno feo, bocacho, limpio y ladrón'. Cumplí al pie de la letra el pedido de mi abuelo, y la chiquilla formó una lloradera tan grande que terminé donde el director, quien la armó más grande todavía, mandó a buscar a mi abuelo y a la madre de la que me había dicho feo.

La mujer vino con el marido, quien quiso humillar a mi abuelo, que no se dejó y salió el arma blanca a relucir en manos de mi pariente. Fue un revolcón de los buenos, el director se puso nervioso porque el ladroncito padrastro de la niña ofensiva quería que mi abuelo le probara que él era un caco, y sonaba el escritorio del maestro exigiendo pruebas. Mi abuelo no se aculilló con la gritería del malandro, y le cantó una seguidilla de hurtos en los que este aparecía como sospechoso; el hombre supo que mi abuelo podía joderlo, por lo que se retiró solo de la reunión. No hubo castigo para ninguno, porque al director se lo llevaron indispuesto, y mi abuelo me llevó para la casa después de gritarle un par de frases desafortunadas a la niña burlona y a su madre, quien desde ese día perdió al marido, al que no halló al regresar a la casa. Aunque le gané ese asalto a la vida, creo que ese día me cayó una maldición, todas las mujeres con las que me relacioné siempre terminaban dándome muestras de desamor, pero yo me levantaba pronto del desencanto, porque nunca me entregaba del todo a esos amores de paso. No fue así cuando conocí a Ludovina, varios años mayor que yo, pero con unas maneras en el trato y en el habla que aposté todo mi corazón y me lo jugué en sus manos. Apenas nos casamos sacó su lado malo, si yo me negaba a comprarle algo o a llevarla a comer afuera, se ponía a llorar, y no con un llanto corto, tenía un aguante y un caudal que en una ocasión se pasó llorando todo el fin de semana, porque yo me negué a conseguirle mil dólares que, según ella, necesitaba para enviarle a su madre. El lunes en la madrugada me convenció con las mismas artes femeninas usadas desde los albores de la humanidad. Unos días después de ese incidente, me gané una lotería, la cual hice efectiva y la guardé debajo del colchón, porque quería poner un negocito. Empecé el trámite, pero cuando busqué el dinero para ciertos pagos, no hallé nada. La acusé de inmediato, pero ella soltó su torrente de llanto y me acusó a mí de calumniarla. Yo preferí dar la plata por perdida antes que mi mujer se disgustara de verdad y me abandonara. Tuvimos otra luna de miel, cortita, menos de la semana, porque el domingo, único día en que yo duermo las ocho horas reglamentarias, me desperté buscándola y no la hallé. Supe, una hora después, que se había ido con otro. La mente se me quedó en blanco hasta el atardecer, cuando la sed me dominó y me levanté seguro de la sabiduría de mi difunto abuelo: nunca debe un hombre mostrarse débil ante las lágrimas femeninas. Mi exmujer no tuvo piedad de mí: no solo me quemó, también me robó.

Ojo: Mujer llorona es puta o ladrona.

Verdad: Rey es el amor, y el dinero, emperador.



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