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Curiosidades

Dime cuántos fueron

Dime cuántos fueron

martes 11 de junio de 2019 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Siempre era yo el que me quedaba corto', les confesó a quienes lo miraban con el candado en la mano.

Soto, a quién desde niño le habían castrado su nombre y todos, incluidos sus padres le llamaban siempre por su apellido, estaba totalmente inocente de la infidelidad de su mujer, el caso de él fue de esos pocos en los que el injuriado no sospecha nada ni nota ningún cambio en su pareja, quien, según contó él cuando lo descubrió, al contrario de otras que se ponen desganadas en la intimidad, Fabiola estaba por esos días más ardiente que nunca.

‘Siempre era yo el que me quedaba corto', les confesó a quienes lo miraban con el candado en la mano. ‘Mucha sangre fría o por sus venas corre agua', decían los curiosos, asombrados de la reacción de Soto, quien llegó a su hogar ubicado en el cuarto 20 de un inquilinato y halló la puerta con el candado puesto, por lo que supuso que su mujer había salido. Aunque el hambre lo perturbaba, se sentó a esperarla y no aceptó las insistentes invitaciones de otra vecina que le sugería que se fuera para el cuarto de ella mientras llegaba Fabiola.

El hombre prefirió aguantarse el solazo que le daba de frente, tan corto es el alero en esos inquilinatos para gente demasiado pobre y oprimida; se negaba a aceptar la invitación de la vecina porque desde niño había aprendido que ninguno del sexo opuesto debe llegar a hacer nada a la casa ajena en ausencia del marido de aquella, y menos si esta está solita.

Más de quince veces vino la vecina a invitarlo a irse al cuarto de ella e igual cantidad de veces se negó Soto. Llevaba tres horas sentado frente a la puerta de su cuarto cuando llegó el marido de la vecina, que al saber los porqués de la estancia del otro sentado en el piso sugirió que cortaran la cadena que sujetaba el candado y ¡santo remedio! ‘Vecino, ya han pasado dos horas del tiempo de almorzar, ya usted no debe tener ni hambre, espérese que ya regreso con una segueta', anunció el vecino, cuya mujer pegó un alarido de horror cuando él le dijo que ayudaría a Soto a cortar la cadena del candado.

‘Tú lo ayudas y yo me voy de la casa hoy mismo', afirmaba la mujer, lo que originó una discusión motivada por los celos del marido de ella hacia Soto, así que la trajo casi a rastras hasta donde estaba el otro a, según él, carearlos. ‘Quiero que me digan de frente si es que ustedes dos se traen algo', gritaba el vecino, y Soto se defendió con el mejor de los argumentos: la verdad. Cuando el marido de la vecina escuchó que ella lo había invitado varias veces al cuarto de ellos, reaccionó violentamente, asustándola. ‘Vamos al cuarto nuestro y te explico', le dijo ella y se lo llevó, porque aunque el hombre se la tire de machito y de bravo, ante una sospecha siempre conserva la esperanza de que sea una falsa alarma.

No se supo qué le dijo la vecina al marido, pero este regresó endiablado y en segundos tiró abajo el candado ante la mirada atónita de Soto, a quien le tocó enfrentarse con la escena que nadie quiere ver: su Fabiola estaba en plena acción con un pelao del área. ‘Te doy medio segundo para que te largues', le gritó al chacalito y se enfrentó a su esposa sacudiéndola frenético mientras le preguntaba, ante el asombro de todos, ‘cuántos polvos fueron, cuántas hp veces te co… ese maleante, dime, por el amor de Dios, cuántos fueron, cuántos'. La agonía de Fabiola terminó pronto, porque la vecina implicada, con miedo de que Soto reaccionara con violencia, ya que ella sabía lo que iba a encontrar al abrir la puerta, llamó a la Policía con la información de que un marido celoso quería tomar venganza por su propia mano.

Así lo hallaron los tongos, sacudiendo a su mujer y exigiéndole la cifra exacta de los coitos tirados con el otro. Aunque Fabiola dramatizó una pataleta y exigía que se llevaran a Soto detenido por, según ella, intento de homicidio, los policías se retiraron pronto, luego de decir: ‘Este hombre es un santo, y a ellos no los encarcelamos'.

‘Te doy medio segundo para que te largues', le gritó al chacalito y se enfrentó a su esposa sacudiéndola frenético mientras le preguntaba, ante el asombro de todos, ‘cuántos polvos fueron, cuántas hp veces te co…
 


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