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Cosechando en el huerto ajeno

Cosechando en el huerto ajeno

domingo 19 de julio de 2020 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Daniel a sus 29 años tenía ya casi la mitad de las cuotas de Seguro pagas

Daniel a sus 29 años tenía ya casi la mitad de las cuotas de Seguro pagas; trabajador desde muy temprana edad se había hecho de una linda esposa, delgada y rubia de ojos color cacao y rubio cabello cuyos padres se la habían entregado en sus manos diez años atrás, en El Espino, en Veraguas, de donde son oriundos ambos.

El matrimonio era perfecto, ella le había dado 3 vástagos en escalerilla de 7,5 y 3 años, dos niñas y un varón. A pesar de los tres partos y sus 25 abriles, Delsi que así se llama la esposa de Daniel, se veía como de 15, porque después de cada alumbramiento su mamá, Joaquína la obligaba a tomar una pócima de entrañas de calabaza silvestre de la misma que usan para hacer totumas para beber agua y otros líquidos, dos veces al día para "limpiar su vientre después del parto".

Según Joaquina, aquellas pócimas le mantendrían sin vientre abultado, cuerpo esbelto y piel juvenil. Era verdad. Delsi tenía un cuerpo de venus.

Como buena interiorana a Delsi le encantaba el baile sobre todo el típico, ella y Daniel eran muy buenos en la pista, de hecho así se conocieron, en un baile en Santiago, años atrás.

Para aquel tiempo, Delsi estuvo ahogando sus penas en aquella fiesta, ya que hacía tres meses había terminado con Ramiro, su antiguo novio, porque él la quemaba y no era feliz.

Daniel no terminó la escuela secundaria por razones económicas y por eso trabajaba de guardia de seguridad, en una agencia de la capital. En aquel trabajo acostumbraban trabajar 12 horas continuas y a veces tenían que doblar el turno porque el compañero no llegaba a trabajar.

El salario de Daniel le permitía comprar todas las cosas necesarias a su mujer, que también trabajaba duro pero cuidando a sus tres criaturas, limpiando el dulce hogar, lavando la ropa y cocinando para todos, pero el resto del tiempo descansaba sin ser interrumpida por molestia alguna.

Un día Delsi fue a la tienda del chino a buscar café, se había acabado y Daniel tenía llevar su café en un termo para pasar la noche en su trabajo. Esa tarde, a las 4:40 ella se puso un shorcito rosado muy corto, más arriba de la mitad de los muslos, una blusa semi abierta blanca y semi transparente sin más sostén que el aire fresco de la moribunda tarde, que dejaban ver la silueta dibujada por los dos volcanes.

Caminó por la vereda del barrio con el tumulto de pregones, piropos y atrevidos gestos de cuanto macho me rodeaba el sector. Al llegar a la tienda, para su sorpresa casi se choca en la entrada con su antiguo novio. Ella se sorprendió pero después de saludar entró directo donde estaba los sobres de café, en ese tiempo costaban 25 centavos, pero Ramiro quedó pasmado como un sonámbulo o mejor dicho como petrificado como la mujer de Lot.

Ya se iba pero no quiso irse hasta saludarla de nuevo, su carro, un jeep deportivo y todas las extras, lo esperaba a unos metros de la tienda. A Ramiro le explotaba el corazón, le temblaban las piernas y su corriente sanguínea se convirtió en un repentino torbellino.

-Hola, estás más linda, cómo estás -ripostó de inmediato tartamudeando a Delsi, ella le contestó: bien y tú?

Dónde vives, ¿te llevo? -preguntó el ex novio casi alocado y fuera de su centro normal de comportamiento. - No, gracias, vivo aquí cerca, contestó la hermosa mujer con frialdad pero ocultando un nerviosismo repentino.

Le pidió su número para llamarla y ella concedió la petición, no sin antes advertirle que estaba casada.

Desde entonces, Ramiro visitaba todas las noches aquella tienda para ver a Delsi, ella dejaba a sus niños en casa a unos dormidos y al mayor viendo televisión mientras ella iba a la tienda.

Las cosas fueron aumentando de calor hasta que en las noches los vecinos veían estacionar un carro en la otra calle, detrás de la casa de Daniel, antes de las 6: 00 de la mañana, el jeep arrancaba y se esfumaba.

Un sábado, Víctor, el vecino de enfrente de Daniel y Delsi se encontraba bajando tragos con tres vecinos más en su casa, Acosta le comentó a sus dos amigos: "tengo que decirle! Daniel es mi amigo y no se merece estar así". No te metas en eso compra, respondió uno, mientras que el otro recomendaba que hiciera lo que su conciencia le decía, el otro no dijo nada.

Víctor esperó a las 5:00 que salió Daniel rumbo a su trabajo nocturno, tomó su taxi y emparejó a Daniel unos pasos adelante de la casa.

-Vecino lo llevó, suba que voy a comprar unas pintas, Daniel aceptó gustoso ya que no quería llegar tarde a su trabajo.

En el corto trayecto Víctor se limitó a decirle que solo viniera una noche después de las 12 a su casa para que descubriera algo.

El martes, Daniel la pasó durmiendo, no se levantó a comer, pero si al baño y pudo escuchar una conversación de su mujer en el teléfono. - No, él no está libre hoy, puedes venir pero ven temprano, traes cerveza y aquello que te gusta-,

Daniel sintió que una bomba atómica le explotaba en el mero centro de su corazón, pero se mantuvo sereno.

A las 3:20 de la tarde se levantó y se fue a su trabajo, todo igual como de costumbre, el café, la comida y la despedida.

A hora dicha, la corregidora llegó con Daniel que había pasado la noche de aquel martes, en El Coco de La Chorrera, donde su madre.

En el silencio nocturno, todo estaba en su lugar, el jeep, y voces lejanas dentro de alguna casa. Con tres policías y la juez nocturna tras de su Daniel abrió la puerta, los niños estaban en su cuarto y en la recámara matrimonial la luz y el televisor estaban encendidos, murmullos y quejidos se entremezclaban dentro del humor de la habitación.

Al llegar a la tienda, para su sorpresa casi se choca en la entrada con su antiguo novio. Ella se sorprendió pero después de saludar entró directo donde estaba los sobres de café, en ese tiempo costaban 25 centavos, pero Ramiro quedó pasmado como un sonámbulo o mejor dicho como petrificado como la mujer de Lot.
 


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