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Compró carro para llevar a otras

Compró carro para llevar a otras

viernes 22 de abril de 2022 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Sin duda alguna, en éstos tiempos más que un lujo es una necesidad

Un carro, sin duda alguna, en éstos tiempos más que un lujo es una necesidad y Lineth, quien es una mujer como dicen en el buen panameño ‘luchona', quería tener una mejor calidad de vida.

Ella se había unido a un hombre al que amaba, pero con el cual había tenido una relación tormentosa, sin embargo la carne es débil y él era ese negro, el que la hacía sentir lo que otro no pudo lograr.

De está relación tuvieron un hijo, y allí decidieron asentar cabeza o, al menos, eso era lo que ella quería, más él, solo quería aparentar.

Muy felices se mudaron a una barriada de clase media - baja, ubicada en Pacora. Lineth con sus ahorritos decidió comprar un carro, el cual ella no escogió, si no que Carlos, su marido, fue quien la convenció sobre que vehículo debía comprar.

Todo iba bien los primeros meses. Poco a poco, Carlos, él marido de Lineth, se fue haciendo amigo de sus vecinos, pues él siempre ha sido muy sociable y le encanta la bebida.

Lineth, como siempre, era más reservada, solo se pasaba trabajando, pues era ella quien le metía dinero al hogar, pero paradójicamente, ella seguía viajando en metrobus y pirata, pues era el marido quien controlaba el volante del carro, que ella compró, y cuando ella pedía que la buscaran, cualquiera excusa era buena para él.

Para rematar el carro era manual, y ella ni automático sabía manejar.

Cómo toda mujer, un día comenzó a sospechar que Carlos había vuelto a sus andanzas, pues él siempre la andaba quemando con más de una, así que no había nadie que lo conociera mejor que ella misma, quien ya sabía lo que era ser una cornuda.

Con el carrito que ella había pagado, Carlos se iba de fiesta desde el viernes y no regresaba hasta el domingo, y siempre llegaba con una excusa que ni lógica tenía.

Los problemas se fueron acrecentando, hasta que un día ella le tomó el celular, mientras él estaba hasta la tuza, y cuando revisó: ¡bingo!, encontró lo que nadie la había mandado a buscar.

Carlos se estaba comiendo nada menos y nada más que a la mujer del vecino. El descaro de ambos era grande, pues ella lo esperaba en la parada afuera de la barriada en la madrugada, y él al salir la recogía y la llevaba hasta su trabajo, pero antes pasaban por un motel de mala muerte a enterrar al difunto.

Y a la salida hacían la misma vuelta, por eso Carlos se inventaba cualquier excusa para no ir por su esposa, pues la vecina golosa lo esperaba.

Descaradamente, todos los domingos los amantes parqueaban juntos. Ella con su marido, y Carlos con la cornuda de su mujer.

Cuando Lineth leyó todas las conversaciones XXX que está parejita indecente tenía, lo paró a punta de agua fría, yo le hubiera tirado agua caliente, pero bueno, ella le echó agua fría.

El hombre de un brinco se paró y hasta la borrachera se le quitó. Los gritos de Lineth llegaban hasta la casa de la vecina golosa, quien le puso taponsitos a su marido, para que no se enterara de su resbalón con el negro sabrosón.

Al final el marido de la vecina golosa y Lineth, continuaron sus vidas de cornudos, pues ninguno de los dos tomó la decisión de soltar esas relaciones tóxicas. Y todos los días se ven las caras los cuatro y los amantes hasta se saludan, imagínese el descaro, y como dice Maluma, felices los cuatro.



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