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Curiosidades

Como la espuma…

Como la espuma…

miércoles 12 de junio de 2019 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Clarito lo entendió Fermín: él no podría darse ningún gustito por fuera.

Después de un polvito triste y rutinario, como había sido siempre durante los treinta años de matrimonio, Fermín, que aún no llegaba a los cincuenta octubres, oyó con tristeza la condena de su mujer, Gladys, que anunció: ‘Sepa, Fermín Antúnez, que esta fue la última noche, se acabó era meneadera de puro pellejo, no se lo voy a dar más'. Y no se lo dio nunca más, ni siquiera cuando él le ofreció pagarle porque se le abriera.

Cada vez que el hombre salía a buscar el real para los gastos del hogar, Gladys le cantaba: ‘A mí me sigues respetando como lo que soy, tu esposa, ¿entendido?'.

Clarito lo entendió Fermín: él no podría darse ningún gustito por fuera, porque de hacerlo y enterarse Gladys significaría que lo sabrían sus hijos adorados que no se lo perdonarían.

Así fue el calvario de Fermín, en completa orfandad conyugal, nada de nada. Por eso, cuando, ya jubilado, conoció a Victoria, quien lo ayudó a sacar plata de un cajero y él, luego, le ofreció llevarla adonde ella iba, se volvió loco. Las ganas reprimidas por tanto tiempo le dieron un ímpetu que confundió a Victoria, al punto que no dudó en preguntarle si quería mudarse para la casa de ella para poder tener sexo a toda hora y en una cama, porque Fermín no se animaba a llevarla a un hotel por temor a que sus hijos anduvieran también por esos lares y lo pillaran.

‘Esos ingratos irían de una vez con el cuento donde su mamá', pensaba, pero el placer casi que nuevo para él lo confundió y cuando la amante le propuso la mudanza, empezó a armarse de valor para dar el salto. Mientras, Victoria les decía a sus amigas: ‘Fermín es un don ya, pero eso sí, es un taquillero, tiene un ímpetu, unas ganas, un aguante, y duro como el de un pelao de 18, si no hubiera visto su cédula ni su cara yo diría que es un adolescente, cuando él dice hacerlo hasta yo me veo a lo cortito, y ni les digo de la dureza de su asunto, más duro que un buen palo de escoba'.

Las amigas, a las que también se les alteraba la zona sur nada más con oír lo del viejo taquillero, la previnieron de no arriesgarse a llevarse un susto con el viejo, asegurándole que esa virilidad vendría por algún exceso de quién sabe qué pócima o pastillas.

Pero Victoria andaba húmeda todo el día y, a veces, a Fermín se le complicaba salir, porque la esposa pasaba ojo al Cristo. Lo apuró con la antigua estrategia: Si no te vienes para mi casa te dejo, a ver con quién lo vas a hacer.

Funcionó la estrategia, porque el taquillero aprovechó un sábado que Gladys salió a la fiesta de matrimonio de una sobrina, y recogió su ropita y caminó a tirar a gusto y a toda hora.

Fueron los hijos quienes rastrearon al padre y este les comunicó que el divorcio era un hecho y que ninguno se atreviera a joderlo y menos irlo a buscar: ‘Estoy viviendo a toda hora del día, acá no me ningunean como hace la madre de ustedes, que me trata como a perro viejo y sarnoso'.

Tras dos semanas de tiro y tiro, le vino a Fermín la catástrofe, el ímpetu de los primeros días se le fue apagando, por más que trataba apenas lograba una erección mediocre que era más fugaz que el cariño hipócrita. Victoria se llenó de ira porque el marido ya no le servía, y ahora también le gritaba: ‘Puro cuadro, me confundiste, ya se te cayó esa vaina, lárgate de aquí, tú ya estás para dormir solo'.

Le tocó a Fermín, ya viejo, buscar un alquiler para vivir el resto de sus días, en los que a diario le pedía al Altísimo que le adelantara la vuelta a la eterna morada o le regalara otro paquete de virilidad para volver a buscar a Victoria, quien, a veces, se sentía tentada a recogerlo de nuevo a ver si con alguna pócima lograba reanimarlo.

‘Estoy viviendo a toda hora del día, acá no me ningunean como hace la madre de ustedes, que me trata como a perro viejo y sarnoso'.
 


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