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Categoría bejuco

Categoría bejuco

miércoles 21 de noviembre de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
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Pero como la vida te impone levantarte o sucumbir, Anselmo salió adelante en sus estudios y logró un puesto de jefe

Controlar la ira era del dominio de Anselmo, habituado desde los primeros años de la niñez a toparse diariamente con ese destructor encarnado en su padrastro, quien criticaba todo lo que él hacía o decía, incluidas las acciones tan íntimas como ir al baño, si se demoraba mucho, ahí llovía la crítica y la burla, si iba rápido, galopaba el comentario dañino.

Pero como la vida te impone levantarte o sucumbir, Anselmo salió adelante en sus estudios y logró un puesto de jefe, en el que nunca había dado muestras de abuso de autoridad, pero la vida con sus exigencias del vientre lo colocó en una encrucijada que no superó. Su desventura tenía cara de mujer con tetas grandes, que era la parte femenina que él más admiraba. Apenas vio a Liriola se le llenó el cuerpo de unas ganas insufribles de besar esos pezones que, según lo que revelaba el tejido de las blusas de ella, tenían el tamaño de un dedal, y pasó varias noches en vela con su pulgar en la boca y la idea firme de que era el pezón de la bella.

El destino, que se las sabe todas, le puso la oportunidad una tarde en la que llovía tan fuerte que se inundaron las calles alternas a la empresa, y estaba la tetonzona con rostro afligido mirando llover, incapaz de sortear los charcos que había hasta la parada, de manera que ella vio el cielo abierto cuando Anselmo detuvo su nave cara y la invitó a subir. Esa vez, la dejó en la parada y no conversaron más allá de lo que ambos sabían, que había mucha lluvia en Panamá y que por Arraiján estaban tumbando todos los bosques y que en Colón se temía que desapareciera hundida esta bella ciudad, nada personal, pero a él le gustó la charla de ella, y ella nunca había subido a otro modelo que no fuera un sedán.

Por pura coquetería y por no caminar hasta la parada ni andar en bus, Liriola procuró salir a la misma hora que el jefe, y entre bote y bote no tardaron en quedar en esos sitios donde nadie va a sufrir ni a meterles mente a los problemas ni a la escasez de plata, lo que no era la dificultad de Anselmo, que se mostró espléndido y al bajar ella del automóvil, le puso en la mano un fajito ‘para que se comprara algo bonito'; no supo él si fue por el obsequio o por qué, pero a esa primera vez siguieron cinco, y se acabó el romance porque la esposa de Anselmo se puso muy arisca y a cada rato llegaba a la empresa a buscarlo.

El fin de la cartera gorda de Anselmo comenzó una mañana en la que entró a una de las oficinas a explicarles un proyecto nuevo, de ahí salió con la idea de que todas las damas lo miraban burlonamente, y se quedó con la duda que creció en la hora del refrigerio, una semana después, varias mujeres no pudieron evitar que él viera el guiño que intercambiaban, y se les acercó contrariado, pero las bellas negaron que el gesto estuviera relacionado con él. No había salido aún de la cafetería cuando oyó la carcajada femenina colectiva y el comentario ‘categoría bejuco' que lo dejó sembrado en el piso.

Supo enseguida que era con él, y se fue directo a la oficina de Liriola y le cruzó el rostro con dos bofetadas. Ni un reclamo, ella supo los porqués del ataque, y él, con el silencio de ella, supo que era Liriola la autora del comentario burlón en contra de él, ya sabía de dónde venía la expresión categoría bejuco. La osadía de pegarle a una subalterna le costó su puesto, pero la escobita no solo lo barrió a él, también barrió con las que estaban más enredadas en el cuento, sobre todo Liriola y su amiga íntima que fue quien difundió lo de la categoría bejuco, secreto que aquella le confió en absoluta confianza cuando esta le preguntó si el jefe estaba bien equipado o andaba a pie en ese aspecto.

¿Largo y delgado? Posición del misionero es la ideal.
 


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