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Curiosidades

Cargador perdido

Cargador perdido

viernes 2 de marzo de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Uno de los vecinos, alarmado por las amenazas de Elmer, llamó a los policías, y cuando estos llegaron

Quien anda en trampa debe tener una memoria lúcida y una creatividad exponencial para inventar mentiras que lo hagan salir airoso cuando la esposa presiente el peligro de la otra gatita. Elmer era de carácter amable hasta que conoció a su amante Gloria, a partir de conocerla cambió el cariño hacia sus hijos por malhumor permanente, todo lo que los chiquillos decían o pedían a él le provocaba ira, y si la esposa Beatriz opinaba era como ponerle al diablo enfrente, y brotaban sus palabrotas y sus acciones llenas de violencia.

‘Estoy harto, nadie me comprende, nadie', gritó esa mañana cuando se levantó y no halló el cargador de su celular. Uno a uno despertó a sus cuatro hijos para preguntarles dónde estaba su cargador, pero los pelaos, medio dormidos aún, dijeron no saber nada del aparatito, y sin variación, aseguraron todos no atreverse pero ni a tocarlo por miedo a las reacciones del padre. ‘Tú fuiste, tú lo tienes, infeliz, desgraciada', le gritó a Beatriz que en la cocina freía huevos para empacarle el desayuno, porque Elmer ya ni desayunaba ni comía en familia.

‘Yo no sé nada de ese hp cargador', aseguró la mujer, pero Elmer no pudo contenerse y agarró la sartén y con ella en la mano golpeó inmisericordemente la mesa del comedor hasta que se dio cuenta, media hora después, de que podía pasarse el día entero golpeando el trasto y este no se desintegraría, que era el resultado que él buscaba para aplacar su ira.

El ruido despertó a los hijos, quienes rodearon a la madre en un instinto de protegerla; fue en ese momento que hizo crisis la ira de Elmer porque no hallaba su cargador y le urgía comunicarse con la amante. ‘Aquí aparece esa vaina o prendo la casa con ustedes adentro', gritó en el colmo de la violencia, y como lo vieron caminar hacia el patio, todos lo siguieron y eso lo violentó más.

Uno de los vecinos, alarmado por las amenazas de Elmer, llamó a los policías, y cuando estos llegaron, una hora después, ya el hombre había virado todos los colchones y había tirado al piso la ropa de toda su familia mientras profería insultos y acusaba a la esposa de ser la autora del hurto de su cargador. ‘Si no me lo devuelves te mato', le dijo y eso hizo brotar el llanto de los chiquillos, quienes vieron el cielo abierto cuando los policías rodearon la casa, pero no reaccionó igual Elmer, quien agarró a su mujer por el cuello y amenazó con apretar y apretar si los policías no se retiraban.

Ni el llanto desgarrador ni las súplicas de los hijos lo calmaban ni este dejaba de preguntar a gritos dónde estaba su cargador. Un vecino, en un intento desesperado por ayudar a la familia, gritó ‘aquí está, vecino, lo hallé en el sofá de la terraza'. Fue el segundo del salve para la esposa del agresor, rápida, la mujer corrió hacia afuera seguida de sus hijos, y allí, al amparo de los policías, fueron testigos del enfrentamiento entre Elmer y el vecino, cuando el primero descubrió que el segundo lo había engañado y que el cargador no era el suyo.

Cuando vio que no había esperanza de escapársele a la policía, decidió entregarse mientras maquinaba cómo salir del trance. Fue allá, en la cárcel, donde supo que el cargador lo había dejado en la casa de la amante, quien se lo mandó con un sobrino, con el recado de que ella no tenía intenciones de volver con él, temerosa de que algún día se le enfrentara con la misma violencia con la que se le enfrentó a su familia.

La noticia lo derrumbó y, como es cobarde, tres veces ha intentado adelantarse el viaje de regreso, dos veces intentó utilizar el cargador como soga, pero en ambas falló, luego trató de tragarse el aparato maldito, y tampoco tuvo éxito, por lo que ahora solo espera que se cumpla su condena para salir a vengarse de su amante, quien, según él, es una ingrata que lo abandonó pese a que sabía que por culpa de ella, él atacó a su familia.

Ni el llanto desgarrador ni las súplicas de los hijos lo calmaban ni este dejaba de preguntar a gritos dónde estaba su cargador.
 


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