Curiosidades
De niña fue entendiendo de que era bonita y atraía a los niños por su belleza
En los barrios más calientes de Panamá se forja el carácter de cada niño según el entorno. Es que los adultos no los pueden dejar crecer blandos, a expensas de que los agarren de congos.
Así crío Gertrudis a Benigna. Hoy les contaré la historia de cómo se convirtió en la ‘corta cara' de calle 26, de un barrio popular.
De niña fue entendiendo de que era bonita y atraía a los niños por su belleza.
Fue creciendo y en secundaria, el Día de las rosas, sus compañeros la llenaban de ramos.
Gertrudis, que no tuvo otra escuela más que el barrio le decía, ‘tú aprovecha y no seas boba, sácales plata'.
Esa señora entendió que, como la hija le salió bonita de chiripón, no podía irse con cualquiera.
Pensando en ella, se volvió a casar y su nuevo esposo se las llevó a ambas a una barriada donde el entorno es diferente. No había robos, ni peleas y la gente era estudiada y trabajadora.
Pasó el tiempo y la niña bonita de la casa se enamoró de Marquitos, el secretario de un bus, con el que después de los 18 años, tuvo un bebé.
Ella se salió de la escuela antes de terminar el bachillerato y dejó todo por amor.
Pero, el mundo se le vino encima cuando se enteró de que su ‘pavo' tenía a otra ave en la mira.
Enojada por lo que le estaba pasando, recurrió a las viejas prácticas de su mamá: Esperó a la nueva presa de su marido y cuando la vio le fue pa'encima.
‘¡Ella me quiere quitar a mi marido', gritaba frente a los curiosos, para que nadie se metiera. Y nadie se metió.
La contrincante, Vielka, que no era manca, le sacó el aire con un puñetazo; en esos segundos la atacada aprovechó para reponerse y contratacar.
Pum, pam, pum. Puñetes iban y no veían. Es que a Benigna se le viró la tortilla, la tenían al borde del knockout y no le quedaban fuerzas para responder a los golpes.
Mientras que el público de la cartelera boxística se deleitaba en La Gran Estación, algunos curiosos aprovechaban para inmortalizar el momento grabando videos.
De repente se escuchó a alguien gritar: ‘No te dejes mami'.
Gertrudis salió de la multitud y caminó agarrando por el cabello a Vielka. Fue a traición.
Antes de salir de casa, Benigna le advirtió a su mamá: ‘Le voy a dar pa' que deje a Marquitos y no quiero que me vengas a ayudar, a esa la agarro yo sola'.
Gertrudis ignoró la advertencia de su muchachita y salió con una navaja en las manos.
Teniendo atrapada a Violeta, se la puso en bandeja de plata a su nena y le pasó el arma blanca.
Taz, taz, taz. Benigna lanzó sus navajazos a Vielka, quien quedó echando sangre que daba miedo.
Madre e hijas se fueron huyendo a casa sin saber cómo quedó su víctima, solo con la esperanza de que Vielka cogiera su esquina.
A los cinco días, a ‘Beni', quien amanecía empiernada con su dandi, la despertó una orden de conducción.
Vielka le puso una denuncia. Por desfigurarle la cara, por los golpes, las heridas y el daño psicológico que causó.
La justicia condenó a Benigna a pagar varios años de cárcel.
En el juicio, se reveló que Vielka no andaba con el pavo de Marquito. La que andaba de amoríos era su amiga, Amalia, quien, de hecho también se llevaba muy bien con Benigna, pero por sus celos enfermizos no lo notó.
Ella pagando cana y Vielka gozando de los sencillos que recogía en cada viaje su ahora novio soltero.
Cuando salió de prisión, ‘Beni' ya no tenía marido, su madre murió y su pasado, que quería olvidar, la perseguía.
Fue por eso que se mudó a su viejo barrio caliente, porque se enteró que en la barriada decían: ‘Mira, ahí va Benigna, la corta cara'.
De vuelta a su barrio caliente, en el cuartito que su madre le heredó empezó una nueva vida.
Pero cabizbaja, porque ahí ella era chicha de piña para las chacalitas de verdad.