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Curiosidades

La más bella entre las feas

La más bella entre las feas

lunes 9 de septiembre de 2019 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Los obstáculos para armar el show se reducían a dos, en cuanto a dinero

En aquella esquina del barrio estaban decididos a tener una reina de belleza. Los concursos de estas ‘misses' se habían vuelto extremadamente populares por todas partes. Siempre habían tenido el favor del público, pero se reconoce que su fama y publicidad económica han aumentado en nuestros días, y la gente del barrio viejo no podían permanecer ajenos a semejante ola de popularidad.

Los obstáculos para armar el show se reducían a dos, en cuanto a dinero, estaban más pelados que las rodillas de un chivo, y en cuanto a belleza, aquel sector del barrio estaba escaso también. Ninguna de las participantes inscritas podían presumir de… bueno, no podían presumir de nada… salvo de ganas de participar.

Primero, y ante la carestía de belleza, pensaron en hacerlo por dinero. Así, se dijeron, aunque tengamos una reina más fea que una excomunión, por lo menos nos quedarán algunos fondos para invertirlos en el mejoramiento urbano de este sector. Sin embargo, la que más dinero recaudó y aportó fue Begoña, y como fuera un adefesio sin diostesalve, se ganó el abucheo general, y tuvo que escabullirse entre preguntas del tipo ‘de qué zoológico te escapaste? Decidieron entonces corregir el fallo, antes de que el público energúmeno desarmase la tarima. La vencedora se retiró, dizque ‘por un dolor de garganta' (recurso histórico de algún presidente defenestrado). Se realizó entonces un nuevo concurso donde tomaron en cuenta todos los aspectos, menos la plata.

Rupercia (jo, dónde tendrían la inspiración los papás cuando le escogieron ese nombre), estaba aceptable de tamaño y forma, excepto cuando sonreía y mostraba sus dientes de perro, por lo que cariñosamente la apodaban Culemba, según la vieja canción (‘qué contento estaba Culembo, pero tenía dientes de perro').

Olegaria era más correcta de cara, pero de cuerpo era una eximia nadadora (nada por delante y nada por detrás) por lo que parece que iba pasando por el lugar cuando le pidieron ‘súbete a la tarima, que tú vas a ser nuestra candidata'.

Venancia no era tampoco nada destacable, salvo que era bizca. Y pensaron, esta miró mal al jurado y torció su fallo, puesto que votaron por ella. Otro abucheo de la audiencia. ‘Para una elección tan sospechosa, dijo alguno, es como si hubieran nombrado de jueces a los del Tribunal E…'. ¡Calla!, dijo uno. ‘No menciones al del rabo y tridente'. Pero el Tribunal, digo, el jurado, se impuso… y Venancia ganó, aunque no sé cómo harían con las fotos. Creo que las tomaron de perfil.

Lo cierto es que con el triunfo de Venancia ganó también el barrio. ¿Por qué? La chica se dedico a una labor social apreciable, y su dulzura, su bondad personal, la alegría y sencillez que desbordaba de su noble corazón se ganaron a todas las personas que contactaba. Así que todas las actividades sociales que emprendió tenían éxito. Las puertas de los sectores más empoderados política y económicamente se abrieron para oír sus peticiones, y aquel sector del barrio comenzó a recibir mucha ayuda.

De esta manera, los vecinos recibieron una lección que quedó muy bien aprendida. Primero, un concurso de belleza no necesariamente es una cosa superficial, como habían dicho inicialmente sus críticos. Genera en las participantes autoaceptación, liderazgo, interacción y empatía con las demás participantes y la gente y sus problemas. Produce beneficios económicos que a la pequeña sociedad le benefician, cuando se invierten bien en ella y no solo es un negocio de cuatro. Y tercero, les demostró que aunque la belleza es un valor, no lo es todo, ni siquiera en un concurso de ‘belleza'. Otras cualidades del alma humana afloran en estos eventos: personalidad, entusiasmo, carisma, inteligencia, apertura de corazón… y la sencilla Venancia tenía todos estos atributos. Era una reina más completa que lo que ellos buscaban al comienzo, y quedaron todos muy satisfechos.

Olegaria era más correcta de cara, pero de cuerpo era una eximia nadadora (nada por delante y nada por detrás)
 


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