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Ay,mi'jito

Ay,mi'jito
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Corrió Sirrene a hablar con el jefe, pero este le dijo que no había aumento para nadie con varias tardanzas y ausencias.

lunes 30 de octubre de 2017 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

‘Ella me ofendió mi dignidad', dijo Bayardo cuando los policías lo detuvieron

‘Ay, mi'jito', era la expresión de Sirrene para expresar lástima, compasión o consideración. Eso lo sabía Bayardo, el que llevaba años persiguiéndola, en vano, porque la ética de la bella no admitía casados ni compañeros de trabajo. ‘Todo lo hablan, todo lo cuentan después y yo no quiero exponerme', pregonaba Sirrene, y en los ocho años en esa compañía se había mantenido firme.

Bayardo, pese a la negativa de Sirrene, no perdía la esperanza. ‘Algún día me dirá que sí', decía él con un suspiro cada vez que la veía pasar con ese movimiento sensual de su trasero mundialista que ella consideraba su carta fuerte. ‘Con este c… yo puedo conseguir lo que se me antoje, plata o poder, pero yo no soy como otras que quieren vivir bien y sin trabajar, yo no soy así', comentaba a menudo la pocotona Sirrene, quien, para mayor suplicio de sus admiradores, tenía un pelo rojo natural, cuyo origen jamás pudo descifrar su padre biológico que a la tumba se fue con ese dolor de la duda de si su esposa le había metido o no un golazo con algún europeo.

Eso era lo que pregonaba la pelirroja, pero lo cierto era que el enorme trasero no le había traído ningún beneficio, salvo los piropos y las miradas masculinas que se volteaban sobre esa parte de su cuerpo cada vez que ella pasaba. Al igual que las no afortunadas con esas protuberancias, Sirrene andaba contando los centavos, suspirando siempre por un vestido o unos zapatos vistos en algún escaparate de los centros comerciales que ahora abundan en este Panamá. ‘Estoy harta de mi cartera en rojo siempre, cobro y quedo limpia de nuevo, estoy lo que se dice cabreada de esa vaina, si no me aumentan me iré de la empresa, yo sí tengo con qué abrirme paso laboralmente', dijo una mañana en la que la hija la llamó para decirle que estaba quedada en una materia de números y que si no le ponía un profesor particular se olvidara de graduación y de pendejadas de fiesta.

Corrió Sirrene a hablar con el jefe, pero este le dijo que no había aumento para nadie con varias tardanzas y ausencias. Más tarde, cuando la pelá la llamó para decirle cuanto cobraría por hora el profesor particular, Sirrene se metió varias nalgadas ruidosas a la par que les gritaba ‘llegó la hora de que sirvan de algo, ya estuvo bueno de remilgos, dense valor y produzcan plata, tan grandotas e inútiles'. Y salió rumbo a la cafetería de la empresa, todo con el fin de pasar frente a Bayardo y contonearse casi como si lo estuviera haciendo, para que el hombre, con ese lenguaje sensual, mudo y femenino, captara la invitación.

El hombre entendió y actuó. ‘Y ese ‘suincito', Sirrenita linda, ¿es para mí o para quién ch… es?', preguntó con respiración agitada Bayardo quien se vio de inmediato en una habitación refrigerada frente a ese monumento de mujer, sin ropa y al alcance de sus toscas manos. Quedaron de verse a solas esa misma tarde. ‘No te preocupes por la plata del profe, yo me hago cargo, te la doy a la salida de allá', le dijo él, y Sirrene trabajó feliz toda la tarde, segura ya de que su hija se pondría la toga de bachiller.

‘Me la voy a tirar tres veces', les dijo Bayardo a sus compañeros confidentes, quienes sacaron una botellita que guardaban celosamente y bebió él los tres tragos del poder. Se fue confiado, llegó ansioso y le arrebató la ropa a Sirrene, quien lo imitó, pero cuando lo vio desnudo, con su miembro en vivo y a su máxima expresión, no pudo evitar decirle ¡ay, mi'jito! La expresión sacudió a Bayardo, que preguntó ‘qué vaina, qué ch…'.

‘Que esa cosa suya si está chiquita, casi lo dejan sin nada, ombe, pobrecito', exclamó ella, y Bayardo no pudo con lo que consideraba una ofensa, sacó su ruda mano y la golpeó hasta que personal del mismo hotel la liberó. ‘Ella me ofendió mi dignidad', dijo Bayardo cuando los policías lo detuvieron.

Confundido: ¿Cómo dices? ¿Chiquito? Glotón: Me la voy a tirar tres veces.
 


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