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Curiosidades

No te aproveches del muerto

viernes 2 de noviembre de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Euclides siguió silencioso cuando Pastora le gritó: ‘Dicen que el velorio es en la casa de él, que ya lo pasaron de la casa de Otilio

Don Gumersindo expiró a las dos de la tarde, y la noticia se difundió de inmediato en el pueblo de Sagrejá, allá en el riñón coclesano. Pronto lo supo Euclides, se lo dijo su mujer, Pastora, quien llevaba rato angustiada porque sospechaba que su marido se estaba tirando a Dorinda, la mujer de Otilio, el hijo del muerto.

Euclides siguió silencioso cuando Pastora le gritó: ‘Dicen que el velorio es en la casa de él, que ya lo pasaron de la casa de Otilio para la suya porque así dijo don Gume antes de morir, que quería que lo velaran en su casa y que le pusieran la camisa bordada con los colores de la Patria y su sombrero pinta'o'.

Silencioso se fue para el potrero, de donde regresó media hora después, con la yegua que usaba cuando bajaba al pueblo; se dio un baño largo, y cenó al oscurecer, pero cuando vio a su mujer vestida para salir, le dijo con voz traqueada: ‘Yo voy solo al velorio de don ‘Gume', con uno de los dos que vaya es suficiente para representar a la familia, quédate cuidando las gallinas que por ahí anda el hijo de Jacinto desatado robando gallinas'.

El mundo se le cayó a Pastora desencuadernándola toda; y se echó en la hamaca a llorar en silencio, no lloraba por el muerto, sus lágrimas tenían nombre y apellido: ‘Traición Conyugal'. Pensó en soltarle la yegua a su marido, pero la bestia era fiel y no se iría lejos. Cuando percibió que Euclides se había puesto el perfume de ir a los bailes, tomó una decisión de la que se arrepentiría todos los días de su triste vida que comenzaría unas horitas después. Y cuando, ya oscuro, lo vio subir a la yegua, le gritó: ‘No te aproveches del muerto, que la muerte no se anda con pendejadas para joder a cualquiera'.

Apenas lo vio perderse, cogió camino rumbo a los cañaverales, era la viva imagen de la desolación, llorando a gritos y con un rebozo en la cabeza para que los murciélagos no la molestaran. Quería acortar camino para llegar a la casa de Otilio antes que Euclides, suponía que Dorinda estaría sola en la casa, cuidando las aves, y seguro era también que Otilio estaría velando al padre adoptivo, por lo que no volvería hasta el día siguiente, a golpe de mediodía, cuando tiraran la última palada de tierra sobre el féretro de caoba de quien lo quiso como un padre.

Mientras su mujer corría como loca entre los cañaverales, atormentada por los murciélagos, Euclides hacía una parada para llamar a su amante y confirmar que estaba sola y dispuesta. ‘Solita, pero contigo en mi pensamiento, apúrate, papi, que la noche se pasa rapidito y no vamos a poder aprovechar nada, ‘toy esnuíta', esperándote', le dijo Dorinda ardorosa, y Euclides, ignorante de que eran sus instantes postreros, se sintió feliz, pleno, completo, orgulloso de su virilidad. No pudo evitar la saloma con que el campesino expresa su felicidad, nada lo hizo presentir el peligro cuando fueteó a la pobre bestia para llegar rápido a perderse en los brazos de la mujer ajena, y alzó los brazos al cielo agradeciéndole tanta felicidad, sonriéndole a la luna esplendorosa que brillaba imponente despidiéndolo del mundo. No vio a su mujer emerger como sombra de entre los cañaverales ni oyó el grito de ella que en ese instante de muerte lo llamaba amorosa, intentando detenerlo para que no cayera en brazos de la otra, pero la bestia no entendía nada del amor y se asustó cuando se les atravesó Pastora como una sombra. Fugaz, corcoveó brutalmente sacando a Euclides de la montura y estrellando su cabeza contra la piedra del pecado; no pudo escuchar el grito de su mujer llamándolo con amor ni supo cuánto lloró Dorinda al ver que no llegaba. Ahí quedó, muy cerca de la casa de Otilio, inerte y frío con los ojos y la boca bien abiertos. Amanecía cuando lo recogieron los lugareños que venían, acompañados de Otilio, a buscar picos y palas para excavar la sepultura de don Gume...



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