Los domingos iban de cabeza a la iglesia y a visitar la tumba de Euclides.
Curiosidades
Amelia, una doñita de 79 años, volvió a conocer el amor, 13 años después de la muerte de su esposo, Euclides.
Amelia, una doñita de 79 años, volvió a conocer el amor, 13 años después de la muerte de su esposo, Euclides.
Cansada de estar sola, se inscribió en un club de la tercera edad, donde las actividades no podían acabar.
Entró en un curso como bailarina, en otro de costura y en el de piscina. Ahí fue donde conoció a Gilberto, un doñito que le hizo palpitar su corazón.
Ella pensaba que lo que sentía por él era aprecio, pues hace rato no tenía ningún tipo de amistad y poco charlaba con alguien, porque sus dos hijos se fueron a vivir en el exterior.
En una clase de nado, Amelia se quedó sin energía y su cuerpo se dejó vencer por el agua.
Fuera de toda instrucción, Gilberto reaccionó rescatándola. Algo que le aplaudieron por días.
Martita, la amiga de Amelia, en el club la molestaba. ‘Ese es el hombre de tu vida', le decía.
En un viaje a Chiriquí, Amelia lloró por la soledad.
Parece mentira cómo podemos estar llenos de gente al rededor y sentirnos vacíos por no estar cerca de quien queremos.
Gilberto aprovechó para acercarse a ella.
‘No te sientas sola, me tienes a mí', irrumpió Gilberto ante el momento de tristeza.
Sorprendida, Amelia le contestó: ‘Acaso eres mi marido', y el le respondió con una mirada pícara: ‘No, pero puedo serlo'.
¡Ay! Los flechazos de cupido fueron fuertes, se miraron intensamente y luego Gilberto, un coqueto eterno, agarró sus manos durante el resto del viaje.
Él era del tiempo de antes y sabía qué decir para enamorarla y lo logró. Él vivió esos tiempos donde solo con palabras se sembraron amores de idílicos.
Comenzaron a compartir casa; ella le permitió que se mudara a la comodidad de su hogar y él, ni tonto ni perezoso llevó sus trapitos a la casa acogedora.
Sorpresa se fue llevando la doña, cuando descubrió que Gilberto era más de lo que esperaba.
Compartía los quehaceres y los viernes y sábados ponían musiquita para bailar.
Los domingos iban de cabeza a la iglesia y a visitar la tumba de Euclides.
Cinco años hermosos y llenos de amor vivió esta pareja. Amelia lo definía como una segunda puerta en su corazón, pues él le enseñó a amarlo sin olvidar al anterior.
Una mañana, un vómito lleno de sangre obligó a Gilberto ir al hospital. Lo diagnosticaron con cáncer terminal de estómago. Ella nunca se separó de su viejito que a los 28 días murió.
Amelia volvió a quedarse sola, pero con la satisfacción de haber vivido un romance intenso gracias a que le abrió las puertas al amor.
‘Cuando seamos almas, no haya maldad y solo exista la eternidad, espero que seamos amigos, tú, yo y Ecluides', fueron unas de las últimas palabras que brotaron de los labios del viejito enamorador.
Los domingos iban de cabeza a la iglesia y a visitar la tumba de Euclides.