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El abrazo navideño

El abrazo navideño

lunes 24 de diciembre de 2018 - 12:00 a.m.
Redacción El Siglo
redaccion@elsiglo.com.pa

Abigail se arriesgó a sugerirle a su amor del alma, Javier, que fuera a darles a sus hijos y a su ex el abrazo navideño.

Abigail se arriesgó a sugerirle a su amor del alma, Javier, que fuera a darles a sus hijos y a su ex el abrazo navideño.

A sus amigongas, que la recriminaron duro por semejante decisión, les contó: ‘A lo mejor estoy cavando mi propia tumba, quizá Javier y ella, al verse después de tanto tiempo, de las cenizas resurja ese amor que por tanto tiempo compartieron'.

Y añadió con voz que era un vivo reflejo de lo que ya anidaba en su corazón: ‘Prefiero saber si de verdad aquella ya no está en el corazón de él o si todavía queda algo de sentimiento y la probabilidad de remendar esa relación'.

Eran ambos del grupo de los perdedores, se habían conocido dos años antes, cuando ya él estaba separado de su mujer, y ella de su marido, de manera que vieron el camino libre para amarse, ninguno hizo caso de las advertencias de los parientes que consideraban un tiempo muy corto para pensar en una decisión tan seria.

‘Mi alma está llorando, pero lo mandé para allá porque prefiero desengañarme de una vez por todas a vivir con esa incertidumbre agónica de la duda', comentó Abigail cuando su madre la regañó por semejante ocurrencia de decirle a Javier que se diera una vueltecita por su antiguo hogar a saludar a ‘la gente'.

Al amanecer salió Javier rumbo a la capital, con una mudita de ropa en la mochila, porque se suponía que regresaba al día siguiente. ‘Voy, los saludo y me regreso para donde mi tío Cornelio, allá dormiré', aseguró Javier, dejándola con la garganta ahogada en llanto y con la mente llena de presentimientos nada favorables para ella.

No pudo quitar la mano del celular en varias horas y hasta la noche se quedó así, y fue en ese momento la última comunicación de Javier, notificándole que ya había llegado a la capital, ‘ahora voy a saludar a mis hijos y a desearles feliz Navidad', escribió Javier , y Abigail se quedó pidiéndole a la vida que se lo devolviera con el alma intacta, lo que no pasaría, porque apenas Javier empezó a caminar por la vereda que llevaba a su antigua casa, sintió que las lágrimas le bañaban el rostro y que una incertidumbre se apoderaba de su corazón.

Más rápido que cocinar un bisté de dos vueltas, apenas entró percibió el olor a pino y a pavo asado, dos fragancias que estaban en lo profundo de su corazón, y el ansia del calor del hogar perdido se le disparó cuando vio a Aixa, su exesposa, con el vestido rojo usado en la primera Navidad juntos.

Ella había adelgazado tanto que la abrazó compasivamente. Sus hijos, a los que tenía 48 meses sin ver, estaban tan cambiados y tan fríos con él que no fue el abrazo de ellos el que lo motivó a considerar la idea de quedarse, era Aixa su único imán.

Se les fue la noche conversando de todo hasta que el cansancio los venció y sin pedir permiso ni ser invitado, Javier se acostó en la antigua cama matrimonial acompañado de su exmujer.

Mientras acá sellaban la reconciliación, en el interior, Abigail miraba el celular en angustiante espera del chat que no quería leer.

El paso de las horas sin noticias de Javier la iba preparando para recibir la que no quería oír ni leer.

La agonía duró dos días más, fue entonces cuando Javier volvió a acordarse de ella para comunicarle que la relación de ellos era ya parte de la historia.

Abigail escogió apartarse para siempre, convencida de que ella siempre será una persona de conciencia tranquila, porque no le apaga a nadie la lámpara para encender la suya, y esperanzada en que el tiempo le traería el consuelo para el gran dolor que no le cabía en el alma.

Chaplin: Mi dolor puede ser la razón de la risa de alguien, pero mi risa jamás debe ser la razón del dolor de alguien.
 


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