Las aventuras del capitán Chinchorro y su pandilla. Al rescate del pájaro de mil colores [Cuento]

  • sábado 20 de abril de 2024 - 1:00 AM

El reloj sonó sin vacilación: ring, ring, ring, ring. Al instante el Capitán Chinchorro saltó de la cama con sus medias amarillas y su capa rosada. Se puso las manos en la cintura y llamó a sus fieles amigos, el Gato Sancho y el Perro Colocho. Pero no respondieron al llamado.

Sancho soñaba que piloteaba un barco lleno de peces, mientras que Colocho fantaseaba que era el Rey del Imperio Perruno. El Capitán Chinchorro al ver que sus amigos seguían dormidos, sonó la chicharra que estremeció el cuartel secreto.

Sancho y Colocho cayeron de sus camas asustados por el estruendo. El Capitán Chinchorro les reclamó por ser unos dormilones, pero se acordó de la alarma, entonces leyó el mensaje que le habían enviado el alcalde de la ciudad Dorada, y fue entonces que se enteraron de la terrible noticia: El Pájaro de Mil Colores estaba perdido. Alguien se lo había llevado.

Pero quién se atrevería a secuestrar al ave responsable de otorgar los colores de todas las cosas que existen en el mundo.

El Gato Sancho curioso se asomó por la ventana y observó nubes grises. Cuando todos salieron del cuartel secreto observaron lo que nunca se imaginaron: un mundo sin colores. Todo era gris, los árboles, el pasto, el cielo, los ladrillos de las casas, los techos, la ropa, los vehículos y los animales también eran grises.

Para recolectar pistas, Guancho soltó su superladrido para llamar a todas las aves. En minutos el cielo se llenó de loros, jilgueros, carpinteros, cardenales, tucanes, petirrojos, gorriones, gavilanes, golondrinas, quetzales y guacamayas.

Cuando el Capitán Chinchorro les preguntó sobre el Pájaro de Mil Colores, ninguna de las aves sabía de su paradero. Entonces la incertidumbre, el miedo y la tristeza se apoderó de las aves que, al no poder lucir sus hermosos colores, no se podían diferenciar entre ellas.

De repente llegó el colibrí agitado y cansado, con unas de las plumas doradas del Pájaro de Mil Colores. Gracias a su rápido aleteo contó que había escapado del Gigante Julián que las había secuestrado.

El Capitán Chinchorro y su pandilla volaron de inmediato en su avión de madera al castillo del gigante para persuadirlo. Los conocían y le unía una amistad, eran los únicos que los visitaban. Desde hace muchos años el gigante vivía detrás de las montañas, lejos de la Ciudad Dorada, donde no llegaban los colores.

Pero el alcalde de la Ciudad Dorada, se había adelantado y había enviado un ejército para prenderle fuego al castillo.

Tratando de ganarle tiempo al ejército, el Gato Sancho escaló el castillo hasta la torre más alta. Cuando llegó encontró al Pájaro de Mil Colores jugando con el Gigante Julián. ¡Se sorprendió, no era la escena que esperaba observar! Rápidamente, soltó una soga para que el Capitán Chinchorro y Colocho pudieran subir a la torre.

Al ser cuestionado por lo que había hecho, el gigante les confesó que se había llevado al Pájaro de Mil Colores en su morral porque necesitaba un amigo, alguien con quien charlar, su intención no era hacerle daño, solo quería pedirle al ave que le regresara los colores brillantes que una vez lució su castillo.

En ese momento el ejército se preparaba para prenderle fuego a la fortaleza. El Capitán Chinchorro astutamente tomó el ave y lo mostró a la multitud enardecida de la Ciudad Dorada que también rodeaba el castillo. El ave voló y mientras aleteaba los colores regresaron a cada cosa. Los colores también alcanzaron al castillo que recobró su vigor y esplendor.

El Gigante Julián se disculpó desde lo más alto de la torre y el pueblo, que siempre lo había tachado de malo y perverso, lo comprendió. La multitud se mostró avergonzada por haberle juzgado.

Desde ese momento el Gigante Julián y los pobladores de la Ciudad Dorada fueron buenos amigos.

El Capitán Chinchorro y su pandilla regresaron a dormir a su cuartel, a la espera de la próxima llamada que los lleve a una grandiosa aventura.

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